En el corazón de Buenos Aires, un niño del barrio de Flores corría tras un balón de trapo, soñando con el fútbol. Jorge Mario Bergoglio, nacido el 17 de diciembre de 1936, no destacaba por su habilidad en la cancha, pero su amor por San Lorenzo de Almagro marcó su vida. Aunque se autoproclamaba “pata dura”, su pasión por el Ciclón lo convirtió en un hincha incondicional, una devoción que lo acompañó hasta el Vaticano.
Bergoglio creció en una familia donde el fútbol era parte del día a día. Su padre, un apasionado del baloncesto en San Lorenzo, lo llevó al mítico estadio Gasómetro. Allí, en 1946, el pequeño Jorge quedó fascinado por el equipo que se coronó campeón argentino. Décadas después, ya como Papa Francisco, podía recitar de memoria la alineación de aquel equipo legendario, un recuerdo que guardaba con cariño.
A pesar de sus limitaciones como jugador, Bergoglio nunca dejó de lado el deporte. En su juventud, también jugó baloncesto y siempre vio en el deporte una herramienta para unir a las personas. Ya como pontífice, usó metáforas futbolísticas para conectar con los fieles, comparando a los discípulos de Cristo con un equipo que juega unido y con pasión.
Su vínculo con San Lorenzo se fortaleció con los años. En 2008, se convirtió en socio oficial del club, con el carnet número 88235N-0, y nunca dejó de pagar su cuota. Como arzobispo de Buenos Aires, oficiaba misas en la capilla del club cada 1 de abril, día del aniversario de San Lorenzo, demostrando que su amor por el Ciclón era más que un simple pasatiempo.
El momento cumbre para Bergoglio como hincha llegó en 2014, cuando San Lorenzo ganó la Copa Libertadores por primera vez en su historia. Apenas unas semanas después, una delegación del club viajó al Vaticano para presentarle el trofeo. El portero Sebastián Torrico le regaló sus guantes, y Francisco, emocionado, no podía creerlo. Se dice que se levantó a las cuatro de la mañana para conocer el resultado de la final.
Francisco también fue un ferviente seguidor de la selección argentina. Celebró los mundiales de 1978, 1986 y 2022, y guardaba un recuerdo especial del título de México 86, liderado por Diego Maradona. En 2014, tuvo la oportunidad de preguntarle al astro cuál fue “la mano incriminada” en el famoso gol contra Inglaterra, un momento que reflejaba su cercanía con el fútbol.
A lo largo de su papado, Francisco recibió camisetas de clubes de todo el mundo, desde Boca Juniors hasta el Barcelona, pero su corazón siempre fue azulgrana. Su colección de camisetas, regaladas por jugadores y equipos, era impresionante, pero él dejaba claro que ninguna igualaba la de San Lorenzo. Su pasión trascendía los colores y se convertía en un símbolo de su identidad argentina.
Jorge Bergoglio, el “pata dura” que soñaba con el fútbol, llevó su amor por San Lorenzo a la cima de la Iglesia Católica. Su historia es un recordatorio de cómo el deporte puede unir a las personas, sin importar el lugar o el rol que ocupen. Desde el Gasómetro hasta el Vaticano, el Ciclón siempre estuvo en su corazón.

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Jorge Bergoglio, el hincha de San Lorenzo que llegó a ser Papa Francisco
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