En la alcaldía Iztapalapa, al oriente de la Ciudad de México, más de 100 mil personas se reunieron para presenciar la 182 representación de la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo, una de las tradiciones más emblemáticas de la capital mexicana. Este evento, que se lleva a cabo cada Semana Santa, transforma las calles de los ocho barrios históricos en un escenario vivo de fe y devoción.
La representación comenzó el Jueves Santo con un recorrido de ocho kilómetros que abarcó los barrios de San Lucas, San Pedro, San Miguel, San Pablo, San Ignacio, San José, La Asunción y Santa Bárbara. Miles de asistentes, entre locales, turistas nacionales y extranjeros, se dieron cita para ser parte de esta manifestación cultural que data de 1843, cuando los habitantes de Iztapalapa prometieron realizarla como agradecimiento por el fin de una epidemia de cólera.
El evento, declarado Patrimonio Cultural Inmaterial de México, es organizado por el Comité Organizador de Semana Santa en Iztapalapa, con el apoyo del gobierno local. Este año, la representación contó con más de mil actores y voluntarios, todos nacidos en la alcaldía, quienes dieron vida a los pasajes bíblicos con un realismo que cautivó a los presentes. La escena de la Última Cena, en la explanada del Jardín Cuitláhuac, marcó uno de los momentos más emotivos del Jueves Santo.
José Julio Olivares, estudiante de Economía del Instituto Politécnico Nacional, interpretó a Jesús de Nazaret, mientras que Daniela Monserrat Tenorio dio vida a la Virgen María. Ambos, junto con cientos de actores, recrearon momentos clave como el Lavatorio de Pies y la traición de Judas Iscariote, interpretado por Israel Domínguez. La devoción de los participantes, muchos de ellos nazarenos que caminaron descalzos cargando cruces, añadió un profundo sentido de espiritualidad al evento.
La seguridad fue un aspecto prioritario durante la representación. Más de 3 mil elementos de la Secretaría de Seguridad Ciudadana, Protección Civil, la Guardia Nacional y otras dependencias fueron desplegados para garantizar la integridad de los asistentes. Además, se instalaron 25 ambulancias y puntos de hidratación para atender cualquier emergencia, especialmente ante las altas temperaturas que se registraron en la capital.
A pesar del robusto operativo, algunos habitantes expresaron preocupación por la percepción de inseguridad en las zonas aledañas durante las festividades. Residentes como Rosa María, quien asistió con sus hijos, tomaron medidas adicionales para proteger a sus familias en medio de la multitud, reflejando un sentimiento de cautela entre algunos asistentes.
La representación no solo es un acto de fe, sino también un motor económico para Iztapalapa. Las autoridades estiman que la festividad generará una derrama económica de 280 millones de pesos, impulsada por la llegada de más de dos millones de visitantes a lo largo de la Semana Santa. La afluencia de turistas nacionales e internacionales ha consolidado al evento como una de las mayores atracciones culturales de México.
El Viernes Santo, el punto culminante de la representación, llevará a los actores y nazarenos al Cerro de la Estrella, donde se escenificará la Crucifixión. Este momento, que atrae a miles de espectadores, convierte el cerro en un símbolo de la fe católica y de la identidad de los iztapalapenses, quienes han mantenido viva esta tradición por más de un siglo y medio.
La Pasión de Cristo en Iztapalapa trasciende lo religioso para convertirse en un acto de resistencia cultural y comunitaria. Los ocho barrios se unen en un esfuerzo colectivo que fortalece los lazos de identidad y pertenencia, demostrando que esta tradición es mucho más que una representación: es un legado vivo que se renueva cada año.

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Más de 100 mil personas se congregan en Iztapalapa para la 182 representación de la Pasión de Cristo
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