El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estaría considerando deshacerse del Tesla que adquirió recientemente, según fuentes cercanas. La decisión llega tras un creciente distanciamiento con Elon Musk, el magnate detrás de la compañía de autos eléctricos. Trump, quien compró el vehículo como muestra de apoyo a Musk cuando Tesla enfrentaba críticas, parece ahora replantear su relación con el empresario.
La compra del Tesla ocurrió en un momento en que Musk era atacado por sectores progresistas, particularmente por sus posturas políticas y su cercanía con el propio Trump. El presidente expresó en marzo que el vehículo era “un gran producto” y que Musk había sido tratado injustamente. Sin embargo, la relación entre ambos se ha deteriorado rápidamente en las últimas semanas, marcada por tensiones públicas y privadas.
El punto de inflexión parece ser la incursión de Musk en la política estadounidense. Como asesor clave en el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE), Musk ha impulsado recortes drásticos en el gobierno federal, lo que ha generado fricciones con Trump. Algunos analistas sugieren que el presidente ve en Musk una figura que podría opacarlo, especialmente tras la portada de la revista Time que destacó al empresario como una fuerza dominante en Washington.
Trump, conocido por su estilo directo, minimizó la relevancia de esa portada, cuestionando incluso si la revista “sigue activa”. Esta declaración, hecha durante una conferencia de prensa, refleja el creciente malestar del presidente con la influencia de Musk. Las diferencias entre ambos han escalado al punto de que Trump ha calificado al empresario de “loco” en privado, según reportes.
El Tesla de Trump, un símbolo de su apoyo inicial a Musk, ahora parece ser un recordatorio de una alianza rota. Fuentes indican que el presidente no solo planea vender el vehículo, sino que también ha contemplado regalarlo como un gesto simbólico para marcar distancia. Esta decisión ha generado especulaciones sobre el impacto en la imagen de Tesla, ya afectada por la polarización asociada a Musk.
La compañía de autos eléctricos enfrenta su propio conjunto de desafíos. Las ventas de Tesla han caído significativamente en mercados clave como Europa y Australia, con una disminución del 45% en la Unión Europea en enero y un colapso del 72% en Australia en comparación con el año anterior. La percepción de Musk como una figura política controvertida ha llevado a algunos propietarios a vender sus vehículos o incluso a cubrir los logotipos de Tesla para evitar asociaciones.
Por otro lado, la guerra comercial impulsada por Trump, con aranceles del 25% a vehículos y componentes extranjeros, ha complicado aún más la situación de Tesla. La empresa, que depende de piezas importadas, ha advertido que estas medidas afectan su producción y competitividad. Incluso Musk ha reconocido públicamente que los aranceles perjudican a la compañía, lo que añade otra capa de tensión a su relación con el presidente.
La ruptura entre Trump y Musk no solo tiene implicaciones personales, sino también económicas. Tesla, que alguna vez fue un símbolo de innovación, enfrenta una crisis de imagen y una competencia feroz de fabricantes como BYD en China. Los inversionistas han expresado preocupación por la gestión de Musk, quien divide su tiempo entre Tesla, X, SpaceX y sus responsabilidades políticas en Washington.
Mientras tanto, el mercado de autos eléctricos sigue evolucionando. Tesla ha intentado contrarrestar la caída en ventas con recortes de precios y el lanzamiento de una versión más económica del Cybertruck. Sin embargo, los analistas dudan de que estas medidas sean suficientes para recuperar la confianza de los consumidores en un contexto de creciente rechazo a la figura de Musk.
El futuro de la relación entre Trump y Musk, así como el destino del Tesla del presidente, sigue siendo incierto. Lo que está claro es que esta disputa pública marca un capítulo más en la compleja dinámica entre dos de las figuras más influyentes del panorama político y económico actual.