En un país donde la fe mueve montañas, resulta paradójico que la presidenta Claudia Sheinbaum, al frente de una nación con 98 millones de bautizados, se declare atea y desdeñe la religiosidad en favor de un cientificismo que parece desconectado de la realidad mexicana. Mientras tanto, al otro lado de la frontera, un líder extranjero, conocido por su retórica incendiaria, proclama la necesidad de “traer de vuelta a Dios a nuestras vidas”. ¿Cómo es posible que un país de profundas raíces cristianas sea gobernado por alguien que parece ignorarlas?
La gestión de Sheinbaum enfrenta críticas por su aparente falta de control sobre los problemas que aquejan a México. Los cárteles de la droga, señalados como la fuerza más poderosa del país, operan con una impunidad que pone en duda la soberanía del gobierno. Las acusaciones no son nuevas: se dice que el crimen organizado tiene tentáculos en las altas esferas, y la presidenta no parece estar cooperando con las demandas internacionales para combatirlo.
En el ámbito económico, las amenazas de una guerra comercial con Estados Unidos han generado incertidumbre. Mientras el primer ministro canadiense, Justin Trudeau, advierte a su pueblo sobre tiempos difíciles, Sheinbaum insiste en que todo está bajo control, presumiendo planes A, B y hasta C para enfrentar posibles aranceles. Sin embargo, estas declaraciones suenan vacías cuando la inflación, la carestía y la devaluación del peso acechan a los mexicanos, especialmente a los más vulnerables.
La inseguridad sigue siendo un tema candente. En Chihuahua, el hallazgo de fosas clandestinas con decenas de cuerpos en Ascensión es un recordatorio escalofriante de la violencia que az Ascensión es un recordatorio escalofriante de la violencia que azota al país. Solo 12 de las 91 víctimas han sido identificadas, y la pregunta persiste: ¿cuántos cementerios ilegales más existen en México? Las protestas ciudadanas contra estos “Hornos del Bienestar” reflejan la frustración popular ante un gobierno que parece minimizar estas tragedias.
En el terreno político, las críticas al partido gobernante, Morena, no cesan. Figuras como Andy López, líder de Morena, son señaladas por abusar de recursos públicos, viajando en aviones de la Guardia Nacional con cargo al erario. Este tipo de excesos alimentan la percepción de una clase política enriquecida a costa del pueblo, mientras los problemas reales, como la pobreza y la inseguridad, quedan en segundo plano.
La postura antiaborto del líder extranjero ha resonado con grupos mexicanos que luchan por la vida de los no nacidos. Sorprendentemente, el Congreso de la Ciudad de México, dominado por Morena, dio marcha atrás a una ley que despenalizaba el aborto. Algunos especulan que esto podría estar relacionado con presiones externas, aunque Sheinbaum ha tratado de restar importancia a estas versiones, generando más dudas que certezas.
El tema de los migrantes también está en el centro del debate. Las políticas antimexicanas del próximo presidente estadounidense prometen tiempos difíciles para quienes cruzan la frontera. Las acusaciones de que el gobierno mexicano está controlado por el crimen organizado agravan la percepción de un país sin rumbo claro, donde las promesas de campaña chocan con la dura realidad.
La paradoja más grande, sin embargo, es la narrativa oficial. Mientras Sheinbaum insiste en que todo está bien, los mexicanos enfrentan un futuro incierto. Las bravatas y amenazas del exterior, combinadas con los problemas internos, pintan un panorama sombrío. La frase popular reza: “Cuando Dios ordena, hasta el diablo obedece”. Pero en este México de contradicciones, ¿quién realmente está al mando?

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De paradojas, gobiernos y fe: ¿quién realmente manda en México?
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