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Claudia Sheinbaum llega a Baborigame: ¿Promesas vacías en el corazón de la narcoguerra?

La presidenta Claudia Sheinbaum aterriza hoy en Baborigame, una comunidad tepehuana en el municipio de Guadalupe y Calvo, Chihuahua, marcada por la violencia y el abandono. Su visita, anunciada con bombo y platillo, promete la entrega de tierras escrituradas a indígenas, pero el contexto de inseguridad y desplazamiento forzado pone en duda el impacto real de estas acciones.
Baborigame, en el corazón de la Sierra Tarahumara, no es un lugar cualquiera. Es una zona donde la narcoviolencia ha dejado cicatrices profundas. En los últimos años, asesinatos, enfrentamientos con drones contra militares y el desplazamiento de comunidades enteras han sido la constante. La visita presidencial, lejos de ser un gesto de esperanza, parece más un evento mediático en un polvorín.
Sheinbaum ya estuvo en la región en diciembre pasado, cuando lanzó el Plan de Justicia para la Sierra Tarahumara en Mogotavo, Urique. Aquel plan, presentado con grandes promesas, parece haber quedado en el olvido. Hoy, la presidenta regresa con un nuevo anuncio, pero la pregunta persiste: ¿qué ha cambiado realmente para las comunidades indígenas que enfrentan la violencia diaria?
La entrega de tierras a los tepehuanes es presentada como un acto de justicia histórica. Según el diputado morenista Cuauhtémoc Estrada, se trata de devolverle a los pueblos originarios lo que les pertenece. Sin embargo, en una región donde la inseguridad obliga a familias a abandonar sus hogares, la escrituración de tierras suena más a simbolismo que a una solución concreta.
Datos de la Fiscalía General del Estado revelan la magnitud del problema: desde 2024 hasta mayo de 2025, se han registrado 22 denuncias por desplazamiento forzado en Chihuahua. En Guadalupe y Calvo, la violencia ha escalado con asesinatos de figuras como un sacerdote católico y ataques directos a autoridades. Este es el telón de fondo de la visita presidencial.
La delegada federal de los Programas de Bienestar, Mayra Chávez Jiménez, confirmó que Sheinbaum llega sin la gobernadora Maru Campos, un detalle que resalta las tensiones políticas entre el gobierno federal de Morena y el estatal del PAN. Esta exclusión, lejos de fomentar la unidad, parece avivar las fricciones en un momento en que la región necesita coordinación urgente.
Organizaciones como la Diócesis de la Tarahumara han exigido que la visita no se quede en promesas. Piden que se escuche el clamor de las comunidades afectadas por la violencia y el abandono. Sin embargo, el historial de Morena en la región, con planes anunciados y olvidados, genera escepticismo entre los habitantes.
Mientras Sheinbaum posa para las fotos en el Centro Ceremonial Tepehuano, la realidad de Baborigame sigue siendo implacable. La narcoguerra no da tregua, y las tierras escrituradas no protegerán a las familias que huyen de las balas. La visita de hoy, aunque envuelta en un discurso de justicia, parece más un capítulo de una narrativa que prioriza la imagen sobre los resultados.
La pregunta que queda en el aire es si esta gira presidencial logrará algo más que titulares. En una región donde la violencia y el desplazamiento son el pan de cada día, las comunidades tepehuanas merecen más que gestos simbólicos. El tiempo dirá si Sheinbaum está a la altura del desafío o si Baborigame seguirá siendo un eco de promesas incumplidas.

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