La administración de Donald Trump sufrió un duro golpe esta semana cuando jueces federales en Texas y Nuevo México desestimaron cargos penales contra más de 110 migrantes acusados de ingresar a zonas militares recién establecidas en la frontera con México. Estas áreas fueron designadas para reforzar el control migratorio, pero los fallos judiciales han puesto en jaque la estrategia del gobierno estadounidense.
En El Paso, Texas, el juez federal Miguel Torres desestimó las acusaciones contra 16 migrantes. Según el magistrado, el gobierno no pudo demostrar que los señalamientos en las zonas militares eran claros y visibles, un requisito indispensable para considerar el ingreso como delito. La falta de pruebas sobre la correcta señalización llevó al juez a rechazar los cargos presentados.
Por otro lado, en Nuevo México, el juez federal Gregory B. Wormuth anuló los cargos contra 98 migrantes detenidos en la Reserva Roosevelt, una franja de 274 kilómetros militarizada. El juez argumentó que no había evidencia suficiente de que los migrantes supieran que estaban entrando en un área restringida, lo que invalidó las acusaciones penales.
Estos fallos representan un desafío significativo para la política migratoria de Trump, que buscaba endurecer el control en la frontera mediante la militarización de ciertas zonas. La estrategia incluía imputar a los migrantes con cargos más graves, como el traspaso de propiedad federal de uso militar, en lugar de tratar el ingreso irregular como una falta civil.
A pesar de la desestimación de los cargos penales, los migrantes involucrados no han sido liberados. Todos permanecen bajo custodia de las autoridades migratorias, a la espera de procesos administrativos por ingreso irregular al país. Esto refleja la complejidad del sistema migratorio estadounidense, donde las decisiones judiciales no siempre garantizan la libertad inmediata.
La militarización de la frontera ha sido una de las apuestas más controvertidas del gobierno de Trump. Desde abril, las autoridades han presentado cargos de seguridad nacional contra al menos 400 migrantes por cruzar estas zonas militarizadas, argumentando que representan una amenaza. Sin embargo, los defensores de los migrantes sostienen que estas medidas son desproporcionadas y carecen de fundamento legal sólido.
Organizaciones de derechos humanos han criticado la falta de claridad en las regulaciones de las zonas militares. Según los defensores públicos, los cargos de allanamiento no pueden sostenerse sin pruebas de que los migrantes actuaron con intención maliciosa o sabiendo que violaban una restricción militar. Esta postura ha sido clave en los recientes fallos judiciales.
El fiscal federal de Nuevo México afirmó que se han colocado al menos 199 señales en las zonas militarizadas para advertir sobre las restricciones. Sin embargo, los jueces han considerado que estas medidas no cumplen con los estándares legales necesarios, lo que ha debilitado los esfuerzos del gobierno por criminalizar el cruce fronterizo.
Estos acontecimientos han abierto un debate sobre los límites de la militarización de la frontera y el respeto al debido proceso. Mientras el gobierno de Trump insiste en su mensaje de mano dura contra la migración, los fallos judiciales destacan la importancia de garantizar que las políticas migratorias se ajusten a la ley.
El futuro de estas zonas militares y su papel en el control migratorio sigue siendo incierto. Por ahora, los migrantes que cruzan la frontera enfrentan un panorama complejo, donde las decisiones judiciales pueden marcar la diferencia entre enfrentar cargos penales o procesos administrativos.

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Revés a Trump: Jueces de EU Desestiman Cargos contra Migrantes por Cruzar Zonas Militares
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