El nuevo embajador de Estados Unidos en México, Ronald Johnson, apenas aterrizó en el país y ya tuvo su primer encuentro con el canciller Juan Ramón de la Fuente. La reunión, que tuvo lugar en la Secretaría de Relaciones Exteriores, fue descrita como un intercambio “franco y directo”. Pero, ¿qué significa esto en el contexto de la relación México-EE.UU. bajo el gobierno de Claudia Sheinbaum?
Johnson, un exmilitar y exagente de la CIA, llegó a México con un historial que genera expectativas y suspicacias. Su experiencia como embajador en El Salvador durante el primer mandato de Donald Trump lo vincula a políticas duras en temas de seguridad y migración. Este viernes, apenas un día después de su llegada, realizó una visita de cortesía a la Cancillería, marcando el inicio de su misión diplomática.
La Secretaría de Relaciones Exteriores destacó que el encuentro se llevó a cabo en un ambiente cordial. Ambas partes acordaron basar la relación bilateral en la cooperación y el respeto mutuo. Sin embargo, con la sombra de las recientes tensiones entre México y EE.UU., especialmente por temas como el comercio y el narcotráfico, estas palabras suenan más a diplomacia que a una garantía de armonía.
Juan Ramón de la Fuente, titular de la SRE, fue el anfitrión de esta primera reunión. El canciller, conocido por su trayectoria en la ONU, expresó su agradecimiento por la cálida bienvenida que México ofreció al nuevo embajador. Johnson, por su parte, también se pronunció en redes sociales, destacando la importancia de este primer contacto y su próxima reunión con la presidenta Sheinbaum.
El lunes, Claudia Sheinbaum recibirá a Johnson en Palacio Nacional para la entrega oficial de sus cartas credenciales. Este evento marcará el inicio formal de su labor como embajador. Pero no será un encuentro cualquiera: Sheinbaum ya ha dejado claro que su gobierno exigirá “respeto” en las relaciones con EE.UU., una postura que podría chocar con la agenda de Johnson.
La llegada de Johnson ocurre en un momento delicado. Las políticas de Donald Trump, quien lo nombró, han generado fricciones con México, desde la amenaza de aranceles hasta propuestas de intervención militar contra el narcotráfico. Sheinbaum, fiel al discurso de soberanía de Morena, ha rechazado cualquier injerencia extranjera, lo que pone a Johnson en una posición complicada desde el arranque.
El historial de Johnson no ayuda a calmar las aguas. Su paso por El Salvador estuvo marcado por un acercamiento al gobierno de Nayib Bukele, un aliado clave de Trump. Además, sus 20 años en la CIA y su formación como “boina verde” lo convierten en un perfil más orientado a la seguridad que a la diplomacia tradicional. ¿Podrá adaptarse a las demandas de un gobierno mexicano que no cede terreno?
Sheinbaum, por su parte, ha establecido reglas claras para la relación con EE.UU. A diferencia de su antecesor, Ken Salazar, quien tuvo desencuentros con el gobierno mexicano, Johnson deberá canalizar toda comunicación a través de la Cancillería. Este cambio busca evitar los roces del pasado, pero también refleja la intención de Morena de mantener el control de la narrativa.
La relación México-EE.UU. es crucial para ambos países, pero está llena de desafíos. Temas como el comercio, la migración y el combate al narcotráfico estarán en la mesa de Johnson y Sheinbaum. Mientras el gobierno mexicano insiste en la cooperación entre iguales, el embajador estadounidense llega con una agenda que podría priorizar los intereses de Washington.
Por ahora, las palabras son de cordialidad y apertura. Pero en el trasfondo, la relación entre México y EE.UU. bajo el liderazgo de Sheinbaum y la influencia de Trump promete ser un juego de poder donde cada movimiento será calculado. El lunes, con las cartas credenciales sobre la mesa, comenzará a definirse el rumbo de esta nueva etapa.