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Fallas geológicas estremecen Nuevo León: ¿estamos preparados para lo que viene?

Un sismo de magnitud 4.5 sacudió el pasado 11 de mayo el estado de Nuevo León, con epicentro en Montemorelos. El movimiento, registrado a las 19:29 horas, se sintió en al menos 22 municipios, incluyendo Monterrey, Apodaca, San Nicolás y Guadalupe. Aunque no se reportaron daños materiales ni víctimas, la sorpresa y el temor se apoderaron de la población.
Investigadores han identificado una nueva falla geológica, bautizada como El Corcovado, que podría estar detrás de este evento. Utilizando tecnología InSAR, que mapea deformaciones del suelo mediante imágenes satelitales, los expertos han detectado movimientos que sugieren actividad en esta falla. Este descubrimiento pone en alerta a las autoridades y a la población.
El noreste de México, donde se ubica Nuevo León, no es conocido por su actividad sísmica. Sin embargo, fallas como El Corcovado, San Pedro, Huasteca y Candela, aunque consideradas antiguas, pueden generar sismos menores. Estos movimientos, según los especialistas, son causados por pequeños ajustes tectónicos y tensiones acumuladas en el subsuelo.
El sismo de Montemorelos tuvo una profundidad de apenas 5 kilómetros, lo que explica por qué se percibió con intensidad. Apenas seis minutos después, una réplica de magnitud 3.8 en San Nicolás incrementó la preocupación. Los expertos advierten que réplicas son normales en eventos de este tipo, pero no descartan la posibilidad de nuevos temblores.
La infraestructura de Monterrey, con muchas construcciones de más de 30 años, podría ser vulnerable ante sismos, incluso de baja magnitud. Suelos inestables y problemas estructurales en algunas edificaciones aumentan el riesgo. Este evento ha reavivado el debate sobre la necesidad de actualizar los protocolos de construcción en la región.
El director de Protección Civil estatal, Erik Cavazos, señaló que es urgente revisar las normas de construcción. La posibilidad de que actividades como el fracking estén relacionadas con estos sismos también está bajo análisis, aunque aún no hay conclusiones definitivas. La incertidumbre mantiene en vilo a los habitantes.
A diferencia de otras regiones de México, donde los sismos son más frecuentes, Nuevo León se encuentra en una zona tectónicamente estable. Sin embargo, eventos históricos, como el sismo de 5.2 en 1988, recuerdan que la actividad sísmica, aunque rara, no es imposible. Estos antecedentes obligan a repensar la preparación ante desastres.
Los especialistas del Servicio Sismológico Nacional y de la UNAM insisten en que las ciudades deben incluir estos riesgos en sus planes de protección civil. La población, por su parte, comienza a exigir mayor información y medidas preventivas para enfrentar un fenómeno que, aunque poco común, no puede ignorarse.
El descubrimiento de El Corcovado abre una nueva etapa en el estudio de la geología de Nuevo León. Los avances tecnológicos, como el uso de InSAR, permiten detectar con mayor precisión estas fallas. Este conocimiento es clave para evaluar el peligro sísmico y tomar decisiones informadas.
Mientras las autoridades y los científicos continúan investigando, los habitantes de Nuevo León se preguntan si están realmente preparados para enfrentar un evento de mayor magnitud. La sacudida del 11 de mayo es un recordatorio de que la naturaleza no avisa, y la prevención es la mejor defensa.

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