Un estudio reciente ha revelado una situación alarmante: las 28 ciudades más pobladas de Estados Unidos se están hundiendo a un ritmo preocupante. Este fenómeno, conocido como subsidencia, es causado principalmente por la extracción masiva de agua subterránea, un problema que pone en riesgo la infraestructura urbana y la seguridad de millones de personas.
La investigación, publicada en la revista Nature Cities, analizó datos satelitales de alta precisión entre 2015 y 2021. Los resultados muestran que al menos el 20 por ciento de las áreas urbanas en estas ciudades está descendiendo, afectando a unas 34 millones de personas. Houston, Texas, lidera la lista como la ciudad que se hunde más rápido, con algunas zonas perdiendo hasta cinco centímetros de altura al año.
Ciudades como Nueva York, Chicago, Los Ángeles y Dallas también enfrentan tasas significativas de hundimiento. En Houston, por ejemplo, el 12 por ciento de su superficie se hunde a más de un centímetro anual, mientras que en Nueva York, áreas cercanas al aeropuerto LaGuardia y partes de Staten Island son especialmente vulnerables. Este problema no distingue entre urbes costeras o del interior, afectando tanto a metrópolis como Denver o Indianápolis.
La extracción de agua subterránea es la principal culpable, responsable del 80 por ciento del hundimiento. Cuando se bombea agua de acuíferos a un ritmo mayor al que se recargan, los sedimentos subterráneos se compactan, provocando el colapso del terreno en la superficie. En regiones como Texas, la extracción de petróleo y gas agrava aún más la situación.
Otro factor sorprendente es el peso de las propias ciudades. En Nueva York, los más de un millón de edificios ejercen una presión significativa sobre el suelo, contribuyendo al hundimiento. Estudios previos han señalado que esta carga urbana, combinada con la extracción de recursos, acelera el problema en áreas densamente pobladas.
El hundimiento no ocurre de manera uniforme, lo que genera un fenómeno conocido como movimiento diferencial. Esto significa que algunas zonas se hunden mientras otras permanecen estables o incluso se elevan, creando tensiones que pueden dañar edificios, carreteras y puentes. En ciudades como San Antonio, uno de cada 45 edificios está en alto riesgo de sufrir daños estructurales.
Las consecuencias de este fenómeno van más allá de la infraestructura. El descenso del terreno aumenta el riesgo de inundaciones, especialmente en ciudades costeras. Desde el año 2000, las ocho ciudades más afectadas, incluyendo Nueva York y Los Ángeles, han registrado más de 90 inundaciones significativas, un problema que se agrava con la pérdida de elevación.
Los expertos advierten que, aunque el hundimiento es un proceso lento, sus efectos acumulativos son devastadores. Ciudades como Ciudad de México, Pekín y Teherán enfrentan problemas similares, lo que indica que se trata de un desafío global. Incluso pequeñas tasas de subsidencia pueden causar daños graves a largo plazo.
Para mitigar el problema, los investigadores proponen medidas como la recarga artificial de acuíferos, la extracción sostenible de agua y el refuerzo estructural de edificios. También sugieren adaptar la infraestructura mediante la elevación del terreno y la mejora de los sistemas de drenaje, especialmente en áreas propensas a inundaciones.
A medida que las ciudades continúan creciendo, el problema del hundimiento podría agravarse. Los científicos enfatizan la necesidad de un monitoreo constante y políticas públicas que promuevan un uso responsable de los recursos hídricos para proteger el futuro de estas metrópolis.

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La extracción de agua hunde a las grandes ciudades de Estados Unidos: un problema que afecta a millones
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