El pasado 23 de marzo, un ataque con drones rusos dejó un saldo trágico en Ucrania: tres personas fallecieron en la capital, Kyiv, y otras cuatro perdieron la vida en distintas regiones del país. Según las autoridades ucranianas, este bombardeo nocturno se suma a la escalada de tensiones entre ambos naciones.
En Kyiv, los drones impactaron zonas residenciales, causando la muerte de tres civiles, entre ellos un menor de edad. Los servicios de emergencia trabajaron durante horas para controlar los daños y asistir a los heridos, mientras las sirenas antiaéreas resonaban en la ciudad.
En otras regiones, como Odesa y Járkov, se reportaron cuatro víctimas adicionales. Las defensas ucranianas lograron derribar varios drones, pero no pudieron evitar las pérdidas humanas ni los daños a infraestructuras clave, según informó el Ministerio del Interior.
Este ataque ocurre en un contexto de intensificación del conflicto, con Rusia incrementando sus operaciones aéreas. Ucrania, por su parte, ha denunciado que estos bombardeos buscan debilitar la moral de la población civil lejos del frente de batalla.
Las autoridades de Kyiv han prometido reforzar las defensas antiaéreas, aunque la frecuencia de estos incidentes pone en duda su capacidad para proteger a los ciudadanos. Mientras tanto, la comunidad internacional sigue de cerca los acontecimientos en esta guerra que no da señales de detenerse.