Resulta imposible no alzar la voz ante las contradicciones que envuelven al gobierno de Claudia Sheinbaum. En un país donde 98 millones de personas están bautizadas, la presidenta se declara atea y desdeña la fe, mientras el líder de una nación conocida por su diversidad religiosa clama por devolver a Dios a la vida pública. Este contraste no pasa desapercibido y pone en tela de juicio los valores que guían a la llamada Cuarta Transformación.
La paradoja no termina ahí. Mientras Sheinbaum presume un supuesto control de la economía con planes A, B y hasta C, la realidad pinta un panorama sombrío. Las amenazas de guerra comercial desde el norte y la posible devaluación del peso amenazan con golpear el bolsillo de los mexicanos. Pero, según la presidenta, todo está bajo control. ¿Realmente cree que con discursos optimistas se detendrán la inflación y la carestía?
La inseguridad, otro talón de Aquiles, sigue sin freno. Chihuahua, por ejemplo, es testigo de horrores como el hallazgo de fosas clandestinas en Ascensión, donde decenas de cuerpos sin identificar revelan la magnitud del problema. La respuesta oficial sigue siendo la misma: negarlo todo. La 4T parece más interesada en proteger la imagen de sus antecesores que en enfrentar la violencia que azota al país.
En el terreno político, las ironías abundan. La Comisión Nacional de Derechos Humanos, creada con el sacrificio de muchos, ha sido desmantelada por figuras cercanas al poder. Rosario Piedra, heredera de una luchadora incansable, hoy es señalada por traicionar ese legado. Y qué decir de Javier Corral, quien tras un paso decepcionante por la gubernatura de Chihuahua, saltó al regazo de Morena para evadir señalamientos de corrupción.
La narrativa de la 4T se tambalea también en temas morales. Mientras el discurso oficial ignora la religiosidad del pueblo mexicano, hay quienes celebran que ciertas posturas internacionales refuercen la lucha contra el aborto. La decisión del Congreso de la Ciudad de México de dar marcha atrás a la despenalización del aborto levantó sospechas. ¿Fue una casualidad o el resultado de presiones externas? La opacidad del gobierno no ayuda a despejar dudas.
El crimen organizado, otro tema candente, sigue siendo un lastre que el gobierno de Sheinbaum no logra controlar. Las promesas de combatir a los cárteles se diluyen en un mar de excusas, mientras el narco opera con impunidad. Incluso hay quienes ven con esperanza que una intervención extranjera, aunque polémica, pueda poner orden donde la 4T ha fallado estrepitosamente.
La economía, que debería ser una prioridad, parece estar en segundo plano. Las bravatas de la presidenta sobre planes infalibles contrastan con el nerviosismo de los mercados. Los mexicanos de a pie, los que sufren los aumentos de precios y la precariedad, no ven reflejada esa confianza que Sheinbaum pregona desde Palacio Nacional.
En este contexto, la fe y la tradición emergen como refugio para muchos. La Virgen de Guadalupe, con sus símbolos profundos como la flor de cuatro pétalos, sigue siendo un recordatorio de la identidad mexicana. Mientras el gobierno se enreda en sus contradicciones, el pueblo encuentra en sus creencias la fuerza para resistir los embates de una realidad cada vez más incierta.
La pregunta final es inevitable: ¿hasta cuándo seguirá la 4T evadiendo la realidad? Las paradojas de su discurso, que chocan con las necesidades del país, no pueden ocultarse para siempre. México merece respuestas claras, no más promesas vacías ni planes que solo existen en el papel.

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¡PARADOJAS QUE QUEMAN! GOBIERNO, DIOS Y LAS CONTRADICCIONES DE LA 4T
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