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El horror del Rancho Izaguirre: ¿Un campo de exterminio bajo el manto del narcogobierno?

Un escalofriante descubrimiento sacude a México: el Rancho Izaguirre, en Teuchitlán, Jalisco, señalado como un presunto centro de entrenamiento y exterminio del Cártel Jalisco Nueva Generación. Restos humanos, hornos crematorios y miles de objetos personales hallados en el lugar pintan una realidad aterradora. Lo que parecía un rancho abandonado es ahora el epicentro de una tragedia que expone la podredumbre del crimen organizado.
Madres buscadoras, con más valentía que recursos, desenterraron en marzo de 2025 lo que las autoridades no quisieron ver. Huesos calcinados, ropa, zapatos y maletas sugieren que hasta 400 personas pudieron ser masacradas ahí. Mientras las familias claman justicia, el gobierno federal parece más ocupado en minimizar el horror que en enfrentarlo.
El Fiscal General, Alejandro Gertz Manero, tuvo el descaro de asegurar que el rancho no era un campo de exterminio, sino un simple “centro de adiestramiento”. Peor aún, criminales encapuchados, aliados del poder, divulgaron un video acusando a las madres buscadoras de inventar historias. ¿El colmo? Amenazaron a quienes solo buscan a sus seres queridos.
La complicidad no termina ahí. En el Senado, Morena abandonó una sesión cuando se propuso investigar el caso. En su lugar, presentaron una absurda reforma para garantizar “un vaso de agua” a trabajadores. ¿Esa es la prioridad mientras se descubren fosas y crematorios? La indignación crece ante un gobierno que parece proteger a los criminales.
El Rancho Izaguirre no es un caso aislado. En Jalisco, desde 2023, se han identificado al menos seis sitios similares. A nivel nacional, lugares como La Bartolina, en Tamaulipas, revelan la misma crueldad: restos humanos incinerados para borrar toda evidencia. La estrategia es clara: convertir asesinatos en “desapariciones” para maquillar las cifras.
Mientras tanto, un supuesto Rancho Izaguirre en Texas, con un logotipo idéntico, levanta sospechas. ¿Coincidencia o una red más amplia? Las familias mexicanas, hartas de la impunidad, miran hacia el exterior con una esperanza: que la intervención de Estados Unidos, liderada por Donald Trump, ponga fin a esta pesadilla.
El expresidente López Obrador, quien alguna vez se rió de las masacres, dejó un legado de casi 200 mil homicidios. Su gobierno no solo toleró la violencia, sino que la normalizó. Hoy, con crematorios y fosas al descubierto, su complicidad es innegable. México no olvida ni perdona.
El dolor de las madres buscadoras es el grito de un país asfixiado por la violencia. Cada hueso encontrado en el Rancho Izaguirre es una prueba de que el narco y el gobierno caminan de la mano. La verdad, aunque enterrada, siempre encuentra la forma de salir a la luz.

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