Un nuevo informe revela que el gobierno de Estados Unidos está ejerciendo presión sobre varios países, utilizando la amenaza de aranceles comerciales, para que aprueben el servicio de internet satelital Starlink, propiedad de Elon Musk. Según documentos obtenidos por The Washington Post, esta estrategia busca acelerar la expansión global de la compañía SpaceX, que opera la red de satélites.
La táctica estadounidense ha generado controversia, ya que varios países han agilizado los permisos para Starlink en un intento por obtener ventajas en las negociaciones comerciales con Washington. Algunos gobiernos, enfrentados a la posibilidad de sanciones económicas, han visto en la aprobación del servicio una forma de mitigar tensiones con la administración estadounidense.
Starlink, que cuenta con más de 7,000 satélites en órbita baja, ofrece internet de alta velocidad en áreas remotas y ha ganado terreno en 118 países. En 2025, se espera que los ingresos de la compañía alcancen los 16,300 millones de dólares, un aumento del 74% respecto al año anterior, según estimaciones de Morgan Stanley.
El informe destaca que la presión de Estados Unidos no solo busca beneficiar a SpaceX, sino también consolidar la influencia tecnológica del país en un momento de crecientes tensiones comerciales. Sin embargo, esta estrategia ha levantado críticas, ya que algunos cuestionan si los países están cediendo a presiones económicas en detrimento de sus propios intereses.
En algunos casos, la rápida aprobación de Starlink ha generado beneficios inmediatos. Por ejemplo, en regiones con infraestructura de internet limitada, el servicio ha mejorado el acceso a la conectividad, beneficiando a comunidades rurales y sectores como la educación y la salud. Sin embargo, la dependencia de una empresa estadounidense plantea preocupaciones sobre la soberanía digital.
Críticos han señalado que la influencia de Musk, quien ha tenido un rol destacado en la política estadounidense, podría estar moldeando estas decisiones. Su relación con la administración actual ha eliminado obstáculos regulatorios en Estados Unidos, pero ha complicado la entrada de Starlink en mercados donde su figura genera desconfianza.
Por otro lado, algunos países han resistido estas presiones. Canadá, por ejemplo, canceló un contrato con Starlink en Ontario debido a las amenazas arancelarias, lo que refleja las tensiones que esta estrategia puede generar. Otros gobiernos están evaluando cuidadosamente las implicaciones de permitir que una empresa extranjera domine sus servicios de telecomunicaciones.
El caso pone en evidencia el delicado equilibrio entre intereses comerciales, influencia geopolítica y avances tecnológicos. Mientras Starlink continúa expandiéndose, la pregunta sigue siendo si los países cederán ante las presiones económicas o buscarán alternativas para mantener el control sobre sus infraestructuras digitales.
La situación también resalta el creciente poder de las empresas tecnológicas en la arena global. Con SpaceX a la cabeza de la carrera por el internet satelital, el futuro de la conectividad mundial podría estar cada vez más en manos de un puñado de corporaciones.
A medida que las negociaciones comerciales avanzan, el impacto de estas tácticas seguirá siendo un tema de debate. Por ahora, el impulso de Estados Unidos para promover Starlink refleja una nueva forma de diplomacia económica, donde la tecnología y el comercio se entrelazan en la búsqueda de influencia global.

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Estados Unidos presiona a países con aranceles para aprobar el internet satelital de Elon Musk
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