Hoy, 7 de mayo de 2025, la Capilla Sixtina en el Vaticano se convirtió en el epicentro de la atención mundial. Los 133 cardenales electores, provenientes de 71 países, ingresaron al recinto sagrado para dar inicio al cónclave que elegirá al sucesor del papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril. Este evento marca un momento crucial para la Iglesia Católica, que busca un nuevo líder en medio de un mundo convulso.
El proceso comenzó con la solemne misa Pro Eligendo Pontifice, celebrada en la Basílica de San Pedro. El cardenal decano, Giovanni Battista Re, llamó a los presentes a elegir un pontífice capaz de guiar a la humanidad en tiempos difíciles. Horas después, los cardenales desfilaron en procesión desde la Capilla Paulina hasta la Sixtina, entonando el himno Veni Creator para invocar la guía del Espíritu Santo.
Una vez dentro, los cardenales prestaron juramento de secreto, colocando sus manos sobre los Evangelios. El maestro de ceremonias, Diego Ravelli, pronunció el tradicional “Extra omnes”, ordenando la salida de todos los no electores. Las puertas de la Capilla Sixtina se cerraron, dejando a los purpurados aislados del mundo exterior, sin acceso a comunicaciones ni influencias externas.
El cónclave de 2025 es el más diverso de la historia, con una representación sin precedentes de continentes como Asia, África y América Latina. De los 133 cardenales, 108 fueron nombrados por Francisco, lo que podría inclinar la balanza hacia un líder que continúe su legado de apertura y cercanía con los más desfavorecidos. Sin embargo, las divisiones entre sectores progresistas y conservadores prometen un debate intenso.
La primera votación tuvo lugar esta tarde, y se espera que entre las 18:00 y las 19:00 horas (tiempo de Roma) se vea la primera fumata. Es casi seguro que será negra, indicando que no se alcanzó un acuerdo. La elección requiere una mayoría de dos tercios, es decir, al menos 89 votos, un umbral que históricamente lleva varias rondas de escrutinio.
Los cardenales votan en secreto, escribiendo el nombre de su candidato en una papeleta que depositan en una urna frente al fresco del Juicio Final de Miguel Ángel. Cada voto es un acto de profunda reflexión, realizado bajo la mirada de las obras maestras que adornan la capilla. Las papeletas se queman tras cada sesión, produciendo el humo que el mundo observa con expectación.
Entre los nombres que resuenan como posibles sucesores están el cardenal italiano Pietro Parolin, conocido por su diplomacia, y el filipino Luis Antonio Tagle, representante de la pujante Iglesia asiática. También se menciona al ghanés Peter Turkson, que podría convertirse en el primer papa africano. Sin embargo, el hermetismo del cónclave hace imposible predecir el resultado.
El proceso puede extenderse varios días. Los cardenales realizarán hasta cuatro votaciones diarias, dos por la mañana y dos por la tarde, hasta alcanzar un consenso. Si no hay acuerdo tras tres días, se hará una pausa para oración y diálogo. La última vez que un cónclave se prolongó más de cinco días fue en 1903, pero los expertos creen que este podría ser más breve.
Cuando finalmente se elija al nuevo papa, la fumata blanca anunciará la noticia al mundo, acompañada por el repique de las campanas de San Pedro. El elegido se retirará a la Sala de las Lágrimas para vestir los hábitos papales y elegir su nombre pontifical. Luego, desde el balcón de la basílica, el protodiácono proclamará el “Habemus Papam”, presentando al nuevo líder de los 1,400 millones de católicos.
La elección del próximo papa no solo definirá el rumbo de la Iglesia, sino que también tendrá un impacto global. En un mundo marcado por conflictos, desigualdades y desafíos éticos, los fieles y observadores esperan un líder capaz de unir y guiar. Por ahora, todas las miradas están puestas en la chimenea de la Capilla Sixtina, a la espera de la señal que anunciará una nueva era.

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Cónclave histórico: Cardenales se encierran en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo Papa
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