La presidenta Claudia Sheinbaum anunció con bombo y platillo la Primera Semana Nacional de Vacunación 2025, un evento que busca inmunizar a 1.8 millones de mexicanos. Según la mandataria, esta campaña es una prioridad para su gobierno, pero las promesas grandilocuentes no son nuevas en su administración. La pregunta que queda en el aire es si esto será un esfuerzo genuino por la salud o una estrategia más para ganar titulares.
El evento, que arrancó el 26 de abril y se extenderá hasta el 3 de mayo, promete la aplicación de 12 vacunas para prevenir enfermedades como sarampión, rubéola, tétanos y hepatitis B. David Kershenobich, secretario de Salud, aseguró que hay dosis suficientes para todos, pero no explicó cómo garantizarán la distribución en las zonas más remotas del país. La opacidad en los detalles logísticos genera dudas sobre la efectividad de la campaña.
Sheinbaum destacó que, en apenas tres días, se aplicaron más de 566 mil dosis, lo que representa un avance del 31% hacia la meta. Sin embargo, este dato parece más un intento de presumir logros que una muestra de resultados concretos. La inmunidad de rebaño, que tanto mencionan, requiere coberturas mucho mayores, y el gobierno no ha aclarado cómo planea convencer a una población desconfiada tras años de promesas incumplidas.
El contexto no ayuda a generar confianza. México enfrenta brotes de sarampión y tos ferina, con 435 y 436 casos respectivamente hasta abril. Estos números evidencian fallas en la vigilancia epidemiológica y en las campañas previas de vacunación. En lugar de abordar estas carencias, el gobierno de Morena opta por eventos mediáticos que parecen más enfocados en la imagen de la presidenta que en soluciones estructurales.
La Secretaría de Salud insiste en que las vacunas son seguras y gratuitas, disponibles en hospitales, clínicas y módulos en escuelas y plazas públicas. Sin embargo, no se han mencionado estrategias claras para llegar a comunidades indígenas o rurales, donde la infraestructura médica es deficiente. La promesa de universalidad suena bien, pero su implementación sigue siendo un misterio.
El evento inaugural, realizado en el Parque Tezozómoc de la Ciudad de México, contó con la presencia de figuras como Clara Brugada, jefa de Gobierno capitalina, y el representante de la Organización Panamericana de la Salud. Este despliegue de autoridades parece más un acto de campaña que una muestra de compromiso real con la salud pública. La participación de instituciones como el IMSS y el ISSSTE es positiva, pero no compensa la falta de transparencia en la planeación.
Kershenobich afirmó que la vacunación es una de las herramientas más efectivas de la medicina moderna, una verdad que nadie discute. Lo que sí se cuestiona es la capacidad del gobierno para ejecutar una campaña de esta magnitud sin tropiezos. Los antecedentes de Morena, con programas sociales plagados de irregularidades, no inspiran optimismo.
La presidenta aprovechó la conferencia matutina para invitar a la población a vacunarse, asegurando que el servicio es universal, incluso para quienes no son derechohabientes. Sin embargo, las largas filas y la burocracia en los centros de salud son una realidad que no se menciona en los discursos oficiales. La ciudadanía merece más que promesas: necesita resultados tangibles.
Mientras Sheinbaum y su equipo celebran avances parciales, la población espera respuestas sobre cómo se garantizará que las vacunas lleguen a todos los rincones del país. La Primera Semana Nacional de Vacunación podría ser una oportunidad para fortalecer la salud pública, pero el enfoque mediático y la falta de claridad sugieren que, una vez más, la prioridad es la imagen del gobierno.
Por ahora, la campaña sigue su curso, pero los mexicanos tienen derecho a exigir que sus impuestos se traduzcan en acciones efectivas, no en propaganda. La salud no debe ser un pretexto para ganar aplausos, sino una responsabilidad que se cumpla sin excusas.

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SHEINBAUM Y SU CAMPAÑA DE VACUNACIÓN: ¿PROPAGANDA O SALUD PÚBLICA?
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