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Teherán, la capital de Irán, se ha transformado en una ciudad desolada tras cinco días de intensos enfrentamientos entre Irán e Israel. Los constantes bombardeos israelíes, dirigidos a instalaciones nucleares y militares, han dejado un rastro de destrucción que ha obligado a miles de residentes a abandonar sus hogares en busca de seguridad. Calles que alguna vez estuvieron llenas de vida ahora lucen vacías, con comercios cerrados y un silencio inquietante que reemplaza el bullicio habitual.

Los ataques comenzaron el viernes, cuando Israel lanzó la Operación León Naciente, un asalto aéreo masivo contra objetivos estratégicos iraníes. Según fuentes internacionales, los bombardeos han destruido infraestructura clave, incluyendo plantas de enriquecimiento de uranio y bases militares. Irán, por su parte, ha respondido con múltiples oleadas de misiles balísticos contra ciudades israelíes como Tel Aviv y Jerusalén, intensificando un conflicto que amenaza con desestabilizar aún más la región.
El impacto humano ha sido devastador. En Irán, se reportan al menos 224 muertos y más de mil heridos desde el inicio de los ataques, según el Ministerio de Salud iraní. Entre las víctimas se encuentran civiles, incluyendo mujeres y niños, así como figuras clave de la cúpula militar y científica del país. En Israel, los servicios de emergencia han registrado al menos 24 fallecidos y decenas de heridos, con edificios residenciales y centros comerciales gravemente dañados por los misiles iraníes.
La capital iraní, hogar de más de 10 millones de personas, enfrenta una crisis sin precedentes. Muchos habitantes han huido hacia el norte, especialmente a la provincia de Mazandaran, en busca de refugio. Los reportes describen carreteras congestionadas y un éxodo masivo, con familias enteras dejando atrás sus pertenencias. Las mezquitas y el metro de Teherán permanecen abiertos las 24 horas para servir como refugios, mientras los bombardeos continúan.
A nivel internacional, las reacciones no se han hecho esperar. Líderes del G7 han instado a una desescalada urgente, mientras que países como Rusia y China han condenado los ataques israelíes, calificándolos como una violación de la soberanía iraní. Por su parte, Estados Unidos, bajo la presidencia de Donald Trump, ha respaldado a Israel, aunque ha negado participación directa en los bombardeos. Trump ha insistido en la necesidad de un acuerdo nuclear con Irán, advirtiendo que la situación podría empeorar si no se llega a una solución diplomática.
El programa nuclear iraní, centro de la controversia, ha sido duramente golpeado. La Agencia Internacional de Energía Atómica confirmó que instalaciones clave, como las de Natanz y Fordow, han sufrido daños significativos. Sin embargo, Irán ha declarado que no renunciará a su programa de enriquecimiento de uranio, lo que añade más tensión a las ya frágiles negociaciones internacionales.
En Israel, el sistema de defensa antiaérea, conocido como Cúpula de Hierro, ha interceptado numerosos misiles, pero no ha podido evitar todos los impactos. Ciudades como Haifa y Tel Aviv han reportado daños estructurales y un creciente temor entre la población. Las sirenas antiaéreas suenan constantemente, y los hospitales han trasladado a pacientes a áreas subterráneas para protegerlos de posibles ataques.
El conflicto ha generado un impacto económico global. Los precios del petróleo se han disparado más del 10% debido a los temores de interrupciones en el estrecho de Ormuz, una ruta clave para el comercio de crudo. Las bolsas mundiales han registrado caídas significativas, y el oro se ha convertido en un refugio para los inversores ante la incertidumbre.
Mientras tanto, en Teherán, el éxodo continúa. Residentes que permanecen en la ciudad describen un ambiente de miedo y desolación, con explosiones esporádicas que rompen el silencio de la noche. La comunidad internacional observa con preocupación, temiendo que la escalada pueda derivar en un conflicto regional de proporciones catastróficas.
A medida que el enfrentamiento entra en su sexto día, no hay señales claras de un cese al fuego. Las declaraciones de ambos lados, cargadas de amenazas, sugieren que la situación podría prolongarse, dejando a Teherán y a la región en un estado de incertidumbre y temor constante.

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