Hoy, 17 de junio, se conmemora el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, una fecha instaurada por la ONU en 1994 para reflexionar sobre la grave crisis ambiental que amenaza la vida en la Tierra. Este día busca generar conciencia sobre la necesidad de actuar frente a la degradación de los suelos y la escasez de agua, problemas que afectan a millones de personas y ecosistemas en todo el mundo.
La desertificación no es solo un fenómeno de tierras áridas; es el resultado de la actividad humana y el cambio climático. La deforestación, la sobreexplotación de acuíferos y las prácticas agrícolas insostenibles están transformando suelos fértiles en terrenos estériles. Cada año, se degradan 100 millones de hectáreas de tierra productiva, un área equivalente al tamaño de Egipto, lo que pone en riesgo la seguridad alimentaria y la biodiversidad.
La sequía, por su parte, agrava esta crisis. Cuando las lluvias no llegan, los ríos y lagos se secan, los cultivos fracasan y las comunidades enfrentan escasez de agua. Más de la mitad de la población mundial ya siente los efectos de este problema, con 24.5 millones de personas desplazadas en busca de tierras cultivables y agua. Este escenario no solo afecta a países en desarrollo, sino que se extiende a regiones que antes eran consideradas seguras.
En México, la situación es alarmante. Cerca del 80% del territorio ha enfrentado algún grado de sequía en los últimos años, intensificado por olas de calor y un déficit de lluvias. Estados como Guanajuato, donde las temperaturas han alcanzado niveles récord, ven cómo sus tierras agrícolas pierden productividad, afectando a los campesinos y la economía local.
La ONU subraya que la desertificación y la sequía no son problemas aislados, sino consecuencias de un sistema económico que prioriza la explotación de recursos sobre la sostenibilidad. La sobreexplotación de agua y la deforestación han creado desiertos artificiales, donde antes había vida. Este día nos invita a reflexionar sobre cómo nuestras acciones diarias contribuyen a esta crisis.
La agricultura, vital para la humanidad, sufre las peores consecuencias. Sin suelos fértiles, la producción de alimentos disminuye, los precios suben y la inseguridad alimentaria se dispara. La falta de agua también pone en riesgo la fauna y flora, destruyendo ecosistemas que tardaron siglos en formarse. La pérdida de biodiversidad es una amenaza directa para el equilibrio del planeta.
A nivel global, la ONU promueve iniciativas como la restauración de tierras degradadas y el manejo sostenible de recursos hídricos. En México, proyectos de reforestación con especies nativas y prácticas agrícolas regenerativas buscan revertir el daño. Sin embargo, los esfuerzos locales no son suficientes sin un compromiso global que involucre a gobiernos, empresas y ciudadanos.
La conmemoración de este 17 de junio lleva el lema “Restaurar la tierra. Liberar las oportunidades”, destacando que recuperar suelos no solo protege el medio ambiente, sino que genera empleos, mejora la seguridad hídrica y fortalece las economías. Cada dólar invertido en restauración puede generar hasta 30 dólares en beneficios, según estimaciones de la ONU.
La lucha contra la desertificación y la sequía requiere un cambio profundo en nuestra relación con la naturaleza. Reducir el desperdicio, apoyar la agricultura sostenible y proteger los recursos hídricos son pasos clave. Este día nos recuerda que el futuro del planeta depende de las decisiones que tomemos hoy.
El Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía es una oportunidad para actuar. La Tierra nos está pidiendo ayuda, y no podemos seguir ignorando su llamado. La crisis ambiental no espera, y cada pequeño esfuerzo cuenta para garantizar un futuro donde la vida pueda prosperar.

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La lucha contra la desertificación y la sequía: un desafío urgente para salvar nuestro planeta
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