El Museo del Louvre, ícono mundial del arte y la cultura, cerró sus puertas este lunes 16 de junio de 2025, dejando a miles de turistas desconcertados frente a sus entradas. La razón no fue un atentado ni una emergencia climática, sino una protesta sin precedentes de los propios empleados, quienes aseguran que la institución se encuentra al borde del colapso debido al exceso de visitantes y el deterioro de sus instalaciones.
Los trabajadores, representados por el sindicato CGT-Culture, señalan que el Louvre, hogar de obras maestras como la Mona Lisa de Leonardo da Vinci, enfrenta una crisis interna. La saturación de turistas ha superado la capacidad del museo, generando condiciones laborales insostenibles para el personal. Filas interminables, aglomeraciones y una infraestructura desgastada han llevado a los empleados a exigir medidas urgentes.
El cierre del museo, el más visitado del mundo, refleja un problema global: el sobreturismo. Ciudades como Venecia y Atenas ya han implementado restricciones para controlar las multitudes, y el Louvre parece estar enfrentando su propio punto de quiebre. Los trabajadores denuncian que el tráfico humano desborda las galerías, afectando tanto la experiencia de los visitantes como la conservación de las obras.
Sarah Sefian, representante del sindicato, aseguró que los empleados están agotados. La falta de personal suficiente y el constante flujo de visitantes han generado un ambiente de estrés continuo. Además, reportan problemas estructurales como filtraciones de agua y cambios de temperatura que amenazan las piezas exhibidas, algunas de las cuales tienen siglos de antigüedad.
El presidente francés, Emmanuel Macron, había anunciado un plan a diez años para modernizar el Louvre y abordar estas problemáticas. Sin embargo, los trabajadores consideran que las soluciones propuestas están lejos de ser inmediatas. “No podemos esperar seis años para recibir ayuda”, afirmó Sefian, destacando la urgencia de medidas concretas para salvar al museo de su deterioro.
La infraestructura del Louvre, un palacio convertido en museo, no está diseñada para soportar la afluencia actual de visitantes. Reportes indican que las áreas de exhibición sufren desgaste constante, desde pisos hasta sistemas de climatización. Esto pone en riesgo no solo la seguridad del personal y los turistas, sino también el legado artístico que resguarda el recinto.
El cierre del lunes no tiene precedentes recientes, salvo por interrupciones durante la pandemia de Covid-19 o una breve huelga en 2019. La imagen de turistas con boletos en mano, esperando bajo el sol sin poder entrar, ha generado debate sobre cómo los destinos culturales más emblemáticos del mundo están lidiando con su propia popularidad.
A pesar de su prestigio, el Louvre enfrenta críticas por no haber previsto esta crisis. Los trabajadores exigen más personal, mejoras en las instalaciones y límites al número de visitantes diarios. Mientras tanto, el museo permanece cerrado, a la espera de una reunión de emergencia que pueda ofrecer soluciones a corto plazo.
Este episodio no solo afecta a París, sino que envía una advertencia al mundo: los tesoros culturales más preciados podrían estar en riesgo si no se toman medidas para equilibrar el turismo con la preservación. El Louvre, símbolo de la grandeza artística, lucha por mantenerse a flote en un mar de visitantes que amenaza con desbordarlo.