En Villahermosa, Tabasco, el anuncio del Museo Nacional Olmeca ha desatado una ola de indignación ciudadana. La construcción, planeada en el Parque Tomás Garrido, ha generado una respuesta masiva en menos de 24 horas, con una petición en Change.org que ya supera las 27 mil firmas. Los habitantes temen que el proyecto, impulsado por el gobierno estatal y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, ponga en riesgo un espacio vital para la ciudad.
El Parque Tomás Garrido no es cualquier lugar. Es un pulmón verde que combina historia y naturaleza, albergando el Parque Museo La Venta, creado por el poeta Carlos Pellicer Cámara. Este espacio resguarda piezas arqueológicas únicas, como las emblemáticas cabezas olmecas, y es hogar de flora y fauna endémica. La propuesta de construir un museo de 14 mil 700 metros cuadrados amenaza con alterar este equilibrio, según los opositores.
La ciudadanía argumenta que el proyecto podría destruir cientos de árboles de especies nativas, lo que causaría una pérdida irreparable en la biodiversidad. Además, señalan que la construcción va en contra de la visión de Pellicer, quien soñó con un espacio donde la cultura y la naturaleza coexistieran en armonía. Para muchos, el museo representa un atentado al legado cultural y ambiental de Villahermosa.
El gobierno de Tabasco, encabezado por Javier May, defiende la iniciativa. Aseguran que el museo busca honrar la cultura olmeca y posicionar al estado como un referente en la preservación del patrimonio. Autoridades como la secretaria de Cultura, Aída Castillo, y el titular de Obras Públicas, Daniel Casasús, han insistido en que el proyecto cumple con la normatividad ambiental y que no se dañará el entorno.
Sin embargo, la falta de transparencia ha alimentado la desconfianza. Los ciudadanos critican que no se haya presentado un proyecto ejecutivo completo ni una evaluación de impacto ambiental detallada. Esta opacidad ha motivado protestas, como la concentración en la explanada del Foro de la Laguna, donde cientos se reunieron para exigir la cancelación del museo.
La oposición no se limita a lo digital. Grupos como Comprometidos por la Tierra han liderado marchas, recolectando firmas y organizando caminatas hacia el Palacio de Gobierno. Los activistas proponen alternativas, como rehabilitar espacios abandonados en la ciudad, para evitar dañar el Parque Tomás Garrido. La consigna “Salvemos al Tomás” resuena en las redes sociales y en las calles.
Por su parte, el Instituto Nacional de Antropología e Historia sostiene que el museo protegerá las piezas olmecas, algunas de las cuales han sufrido deterioro por estar a la intemperie. El arquitecto Enrique Norten, encargado del diseño, ha sido criticado por su historial, especialmente por el fallido Museo Elevado de Villahermosa, lo que suma más dudas sobre el proyecto.
El gobierno estatal ha prometido una consulta pública una vez que el proyecto ejecutivo esté listo. Sin embargo, los activistas exigen que esta consulta sea transparente y no se limite a un simple “sí o no”. Mientras tanto, la ciudadanía sigue movilizada, decidida a proteger un espacio que consideran el alma de Villahermosa.
La controversia pone en evidencia un dilema recurrente: cómo equilibrar el desarrollo cultural con la preservación ambiental. Para los habitantes, el Parque Tomás Garrido es más que un terreno; es un símbolo de identidad y un refugio natural en una ciudad que ya enfrenta retos ambientales.
El futuro del Museo Nacional Olmeca sigue en el aire. La presión ciudadana y las protestas muestran que los tabasqueños no están dispuestos a ceder fácilmente. La batalla por el Parque Tomás Garrido apenas comienza, y su desenlace dependerá de la capacidad de diálogo entre autoridades y comunidad.

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Ciudadanos de Villahermosa se levantan contra el proyecto del Museo Nacional Olmeca por su impacto ambiental
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