La inseguridad en México sigue siendo un problema que no da tregua. En su columna más reciente, Óscar Glenn aborda cómo la violencia continúa marcando el día a día de millones de mexicanos, mientras las estrategias del gobierno parecen no dar resultados. Los índices de delincuencia no ceden, y la percepción de inseguridad sigue creciendo en las calles.
El autor señala que los esfuerzos de las autoridades federales, encabezadas por Morena, se han quedado cortos. Promesas de cambio y discursos optimistas contrastan con la realidad: los cárteles siguen operando con impunidad, y las cifras de homicidios, secuestros y extorsiones no muestran una mejora significativa. La ciudadanía, cansada, espera respuestas concretas.
Glenn critica la falta de coordinación entre el gobierno federal y los estados. Mientras la Secretaría de Seguridad presume operativos, en las calles los resultados son casi nulos. Las estrategias parecen improvisadas, como si se tratara de un constante ensayo y error que no termina de cuajar.
En las entidades gobernadas por Morena, la situación no es mejor. Los gobiernos locales, en lugar de innovar, repiten los mismos patrones que han fallado a nivel nacional. La ausencia de políticas claras y efectivas agrava la desconfianza de la población hacia sus autoridades.
El columnista también apunta a la falta de rendición de cuentas. Los responsables de la seguridad pública rara vez enfrentan consecuencias por los fracasos. Los recursos destinados a combatir la delincuencia parecen desvanecerse sin impacto real, mientras los ciudadanos enfrentan el miedo diario.
Otro punto que resalta Glenn es la indiferencia hacia las víctimas. Las familias afectadas por la violencia no solo lidian con el dolor, sino también con un sistema que parece incapaz de protegerlas o darles justicia. Este abandono profundiza la crisis de confianza en las instituciones.
La Guardia Nacional, presentada como una solución clave, no ha cumplido las expectativas. Su presencia en las calles no ha disuadido a los criminales, y los cuestionamientos sobre su preparación y eficacia crecen. La promesa de un México más seguro parece cada vez más lejana.
El texto de Glenn también aborda el impacto económico de la inseguridad. Empresas y comercios, especialmente en zonas de alta incidencia delictiva, enfrentan pérdidas millonarias. La inversión extranjera duda en llegar a un país donde la violencia es una constante.
La ciudadanía, según el autor, está al límite. Las protestas y el descontento crecen, pero el gobierno parece más enfocado en mantener su narrativa que en enfrentar el problema. La pregunta que queda en el aire es clara: ¿hasta cuándo seguiremos atrapados en este ciclo de violencia?
Óscar Glenn cierra su columna con un llamado a la reflexión. Sin una estrategia integral, sin voluntad política real y sin escuchar a los expertos, México seguirá atrapado en este ensayo y error que cobra vidas todos los días. La solución no puede esperar más.