El Partido Revolucionario Institucional (PRI) en el Estado de México enfrenta una encrucijada histórica. Tras décadas de dominio en la entidad, el tricolor busca recuperar terreno en la región sur, una zona marcada por el abandono y la marginación. La estrategia parece centrarse en fortalecer su presencia en municipios como Tejupilco, Luvianos y Valle de Bravo, donde las necesidades de la población podrían ser la clave para revitalizar su imagen.
La región sur del Estado de México, conocida como Tierra Caliente, ha sido históricamente relegada. La falta de infraestructura, servicios básicos y oportunidades ha generado un descontento que el PRI intenta capitalizar. Figuras como Ana Lilia Herrera Anzaldo, exsenadora y actual diputada federal, han intensificado su presencia en estos municipios, asistiendo a eventos y tomas de protesta para conectar con la militancia y la ciudadanía.
Sin embargo, el camino no es sencillo. El PRI enfrenta un panorama complicado tras las derrotas electorales bajo el liderazgo de Alejandro Moreno. En el Estado de México, la maquinaria priista, antaño imbatible, se encuentra debilitada. La percepción de corrupción y los escándalos del pasado pesan sobre el partido, lo que dificulta su intento de reposicionarse como una opción viable frente a Morena, que domina el escenario político actual.
En municipios como Tejupilco, el PRI busca aliados en liderazgos locales. La asistencia de Herrera Anzaldo a la toma de protesta del priista Rigoberto López Rivera es un ejemplo de esta estrategia. Sin embargo, la sombra de Morena es larga, y personajes como el exalcalde Anthony Domínguez, quien nunca renunció formalmente al PRI, complican la narrativa del tricolor al haberse pasado al partido guinda.
La región sur también enfrenta desafíos estructurales que el PRI promete abordar. La falta de servicios de salud, el mal estado de las carreteras y la inseguridad son problemas que los habitantes señalan constantemente. El partido apuesta por promesas de desarrollo y por resaltar las fallas de las administraciones morenistas en municipios como Valle de Bravo y Toluca, donde la inseguridad y la mala gestión han generado críticas.
No obstante, la estrategia del PRI no está exenta de cuestionamientos. La militancia exige unidad interna y una renovación de liderazgos. La designación de figuras como Alejandra Del Moral y Ana Lilia Herrera genera expectativa, pero también tensiones. Algunos priistas consideran que las decisiones cupulares, como los nombramientos en el Comité Directivo Estatal, carecen de compromiso con las bases.
El panorama electoral de 2023, con la gubernatura en juego, fue un duro golpe para el PRI. La victoria de Delfina Gómez, de Morena, marcó el fin de casi un siglo de hegemonía priista en el Estado de México. Ahora, el tricolor busca en el sur un bastión para reconstruirse, pero la competencia con Morena y sus aliados, como el PT y el Partido Verde, es feroz.
La creación de un posible estado de Tierra Caliente, propuesta que ha resurgido en la región, podría ser una carta que el PRI intente jugar. Esta idea, impulsada en el pasado por figuras como Anthony Domínguez, busca atender el abandono de la zona, pero enfrenta resistencias y carece de consenso. El PRI podría usarla para ganar simpatías, aunque su viabilidad es incierta.
La inseguridad en el sur mexiquense es otro tema que el PRI intenta capitalizar. Los reportes de extorsiones a comerciantes en municipios como Luvianos y Valle de Bravo son constantes. El partido critica la ineficacia de las autoridades morenistas, pero su propio historial de promesas incumplidas limita su credibilidad.
El futuro del PRI mexiquense dependerá de su capacidad para conectar con una población cansada de discursos vacíos. La región sur ofrece una oportunidad, pero también un desafío monumental. En un contexto donde Morena consolida su poder, el tricolor necesita más que nostalgias de su pasado glorioso para recuperar el oxígeno que tanto anhela.

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PRI Mexiquense busca resurgir desde el sur: ¿Un último aliento?
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