La sombra del narcotráfico se cierne sobre México, y la supuesta soberanía que defiende el gobierno de Claudia Sheinbaum parece tambalearse. Estados Unidos planea atacar con drones a objetivos del crimen organizado en nuestro país, una medida que ha encendido las alarmas. La presidenta ha salido a defender la “soberanía nacional”, pero las críticas no se han hecho esperar: ¿cómo hablar de independencia cuando el narcopoder sigue creciendo sin control?
Hace 40 años, el presidente Miguel de la Madrid enfrentó una crisis similar. En 1985, el embajador estadounidense Jhon Gavin pidió ayuda para localizar a Enrique Camarena, un agente de la DEA desaparecido en Guadalajara. Junto a él, también buscaban al piloto mexicano Alfredo Zavala. Durante semanas, agentes de la DEA, federales mexicanos y policías locales rastrearon la ciudad, en un caso que marcó un antes y un después en la lucha contra el narcotráfico.
El caso Camarena no fue aislado. Apenas meses antes, el ejército mexicano había incautado un rancho en Chihuahua, propiedad del capo Rafael Caro Quintero. En ese lugar, ubicado en la colonia Búfalo, municipio de Allende, operaban unos 10 mil jornaleros dedicados al cultivo y procesamiento de marihuana de alta calidad para exportación. Este operativo dejó claro el poder económico y logístico de los cárteles, algo que hoy parece no haber cambiado.
La cercanía de Chihuahua con Estados Unidos pone al estado en una posición vulnerable. Las amenazas de intervención extranjera, sumadas a las tensiones internacionales, como los roces entre Rusia y Estados Unidos por el conflicto en Ucrania, generan un panorama inquietante. Si las cosas escalan, México podría quedar en medio de un fuego cruzado, con Chihuahua como blanco fácil por su ubicación fronteriza.
Mientras tanto, el discurso de “soberanía” del gobierno de Morena suena cada vez más vacío. La violencia del crimen organizado ha obligado a cancelar fiestas patrias en varias localidades, y los narcocorridos resuenan como himnos en un país donde los extorsionadores operan con impunidad. Comerciantes en las ciudades y campesinos en los pueblos pagan derecho de piso, mientras el gobierno parece incapaz de frenar esta ola de criminalidad.
La dependencia de México hacia Estados Unidos no es solo un tema de seguridad. Importamos el 70 por ciento de la gasolina que consumimos, y Pemex, lejos de ser un símbolo de soberanía, se ha convertido en un nido de impunidad para figuras como Manuel Bartlett y su familia. Las remesas de millones de mexicanos que emigraron al “país del dólar” son otro recordatorio de esta dependencia económica.
El gobierno de López Obrador, y ahora el de Sheinbaum, han insistido en un discurso de independencia y libertad. Sin embargo, las promesas de un México soberano chocan con la realidad. La captura de capos como Ismael “El Mayo” Zambada podría destapar verdades incómodas, pero mientras eso no ocurra, el narcopoder sigue reinando en las sombras.
La historia de México está marcada por la lucha por su soberanía. Hace dos siglos, nos independizamos de España, solo para perder la mitad de nuestro territorio ante Estados Unidos 20 años después. Hoy, la pregunta sigue vigente: ¿es realmente soberano un país donde el crimen organizado dicta las reglas y el gobierno parece incapaz de responder?

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El narcopoder que amenaza a México: ¿Soberanía en jaque?
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