Las recientes lluvias en Chihuahua han encendido una chispa de optimismo entre los agricultores del estado. Después de años de sequía extrema, las precipitaciones registradas en mayo de 2025 han abierto la posibilidad de sembrar más de 400 mil hectáreas de cultivos, una cifra que parecía inalcanzable hace apenas unos meses. Este cambio en las condiciones climáticas podría marcar un antes y un después para la economía agrícola de la región.
La sequía ha golpeado duramente a Chihuahua en los últimos años, dejando presas como La Boquilla y Francisco I. Madero casi vacías. En 2024, la falta de agua obligó a cancelar el ciclo agrícola, un duro revés para los productores que dependen de cultivos como maíz, frijol y nuez. Las lluvias de este mayo, aunque moderadas, han traído un alivio inesperado, con acumulados de entre 5 y 25 milímetros en varias zonas del estado.
Municipios como Guerrero, Maguarichi, Bocoyna, Urique, Guachochi, Guadalupe y Calvo, y Balleza han reportado chubascos que podrían mejorar las condiciones del suelo. Estas precipitaciones, acompañadas de actividad eléctrica y un ambiente fresco, son el resultado de un frente frío fuera de temporada y la entrada de humedad desde el Océano Pacífico. Los agricultores ahora miran al cielo con esperanza, esperando que estas lluvias sean el inicio de una recuperación.
Sin embargo, no todo es optimismo. Las presas del estado siguen en niveles críticos, con La Boquilla al 15% de su capacidad y Las Vírgenes al 12%. Esto significa que, aunque las lluvias recientes son una buena noticia, el agua almacenada aún no es suficiente para garantizar un ciclo agrícola completo. Los productores de regiones como Delicias y Jiménez enfrentan además el desafío de pozos agotados, que han sido perforados a profundidades de hasta 600 metros.
La situación hídrica sigue siendo delicada. En algunos municipios, como Rosales y Saucillo, el abasto de agua potable para uso doméstico está en riesgo, ya que los pozos apenas producen entre 4 y 15 litros por segundo. Muchos agricultores han recurrido a pipas para regar cultivos de supervivencia, como nogales, mientras esperan que las lluvias continúen y permitan una siembra más amplia.
A pesar de los retos, las lluvias han generado expectativas positivas. En el mejor de los casos, las 400 mil hectáreas proyectadas podrían destinarse a cultivos de bajo consumo hídrico, como frijol y sorgo, que requieren menos agua que el maíz o la nuez. Esta estrategia podría ayudar a maximizar el uso de los recursos disponibles y mitigar las pérdidas de años anteriores.
Los expertos advierten que el cambio climático sigue siendo una amenaza latente. La falta de lluvias constantes en los últimos años ha dejado el suelo seco y vulnerable, lo que dificulta la recuperación de los ecosistemas agrícolas. Las autoridades locales han instado a los productores a adoptar prácticas sostenibles para aprovechar al máximo las precipitaciones.
El panorama agrícola de Chihuahua está en un punto de inflexión. Si las lluvias persisten en los próximos meses, el estado podría recuperar parte de su capacidad productiva. Sin embargo, la dependencia de fenómenos climáticos impredecibles subraya la necesidad de invertir en infraestructura hídrica y tecnologías que garanticen un uso más eficiente del agua.
Por ahora, los agricultores de Chihuahua se mantienen atentos al clima. Cada milímetro de lluvia es una oportunidad para revitalizar el campo y sostener a las comunidades que dependen de la agricultura. Las próximas semanas serán clave para determinar si esta esperanza se convierte en realidad.

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Lluvias traen esperanza al campo de Chihuahua: ¿Se podrá sembrar más de 400 mil hectáreas?
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