Los delitos relacionados con criptomonedas han dejado de ser solo estafas digitales y ahora incluyen violencia física extrema. En Nueva York, un hombre fue torturado durante semanas en una casa adosada. En París, otra víctima fue secuestrada y mutilada para exigir un rescate. En Connecticut, una pareja sufrió un brutal asalto tras el robo de su auto. Estas historias reflejan una alarmante tendencia donde los crímenes vinculados a monedas digitales se trasladan al mundo real.
Las autoridades señalan que el aumento en el valor de las criptomonedas, combinado con su falta de regulación, ha creado un terreno fértil para los delincuentes. Según expertos, la naturaleza anónima de estas transacciones permite a los criminales operar con bajo riesgo de ser rastreados. John Griffin, profesor de finanzas en la Universidad de Texas, advierte que esta violencia física es una “manifestación natural” del entorno sin control que rodea a las criptomonedas.
El FBI reportó en 2024 un récord de 16,600 millones de dólares en pérdidas por delitos en internet, con las criptomonedas liderando las mayores pérdidas: más de 6,500 millones. Este aumento se debe, en parte, a las grandes sumas de dinero en juego y la dificultad para rastrear las transacciones. Los delincuentes aprovechan esta opacidad para extorsionar y amenazar a sus víctimas, quienes a menudo son identificadas por su ostentación en redes sociales.
La falta de regulación en el mercado de criptomonedas agrava el problema. A diferencia de las transacciones bancarias tradicionales, las operaciones con monedas digitales no requieren identificación formal, lo que facilita el lavado de dinero y otros delitos. Según TRM Labs, los criminales están cada vez más organizados, utilizando tácticas violentas que antes se asociaban solo con el crimen organizado tradicional.
Casos recientes muestran cómo los delincuentes están evolucionando. En algunos incidentes, las víctimas son secuestradas para forzar la transferencia de sus billeteras digitales. En otros, los criminales hackean cuentas y luego extorsionan a los dueños con amenazas físicas. Esta escalada de violencia ha encendido las alarmas entre las autoridades, que luchan por adaptarse a este nuevo tipo de crimen.
Phil Ariss, de TRM Labs, explica que las criptomonedas atraen a grupos criminales experimentados en violencia. Para ellos, robar una billetera digital no es muy diferente de asaltar a alguien por un objeto de valor. La facilidad para liquidar activos robados en el mercado digital hace que estas monedas sean un objetivo atractivo para los delincuentes.
El impacto de estos delitos va más allá de las víctimas directas. La percepción de inseguridad en el uso de criptomonedas está creciendo, lo que podría frenar su adopción masiva. Sin embargo, la falta de una regulación global sigue siendo un obstáculo para combatir eficazmente este problema. Los expertos piden medidas más estrictas, pero las soluciones aún parecen lejanas.
En México, las autoridades han emitido recomendaciones para prevenir estafas con criptomonedas, como verificar la legalidad de las plataformas y revisar su reputación. Sin embargo, estas medidas no abordan la creciente violencia física asociada con estos delitos. La Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana ha reconocido el aumento en la popularidad de las criptomonedas, pero las acciones concretas para frenar esta nueva ola de crímenes aún son limitadas.
La tecnología blockchain, que sustenta a las criptomonedas, sigue siendo una herramienta poderosa para la innovación. Sin embargo, su mal uso por parte de criminales está generando un impacto devastador. Los casos de violencia extrema relacionados con estos activos digitales son una advertencia sobre los riesgos de un mercado sin control.
A medida que las criptomonedas ganan terreno, los delincuentes también se adaptan, llevando sus crímenes del mundo virtual al físico. La combinación de tecnología avanzada y violencia tradicional plantea un desafío sin precedentes para las autoridades y la sociedad, que aún buscan formas de protegerse en este nuevo escenario.

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Delitos con criptomonedas escalan a violencia física: de robos virtuales a secuestros y torturas
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