En un mundo donde las sanciones internacionales buscan frenar a los poderosos, los oligarcas rusos han perfeccionado el arte de ocultar sus activos más extravagantes, como megayates de 350 pies. Estos barcos, valuados en millones de dólares, no solo son símbolos de riqueza, sino también objetivos clave para las autoridades que intentan incautarlos. Sin embargo, un complejo sistema financiero global permite que estos bienes permanezcan fuera del radar.
El sistema offshore es la herramienta principal de estos magnates. A través de empresas fantasma y fideicomisos registrados en paraísos fiscales como las Islas Vírgenes Británicas, Panamá o Chipre, los verdaderos dueños de los yates quedan ocultos. Un ejemplo claro es el yate Tango, valuado en 90 millones de dólares, incautado en España. Aunque los documentos no señalaban directamente al oligarca Viktor Vekselberg, las investigaciones revelaron que él estaba detrás de una red de compañías que lo protegían.
Otro caso notable involucra a Andrey Kostin, cuyas propiedades en megayates fueron escondidas tras fondos de inversión chipriotas justo antes de que las sanciones entraran en vigor. Este tipo de maniobras no es exclusivo de los rusos. La élite ucraniana también ha utilizado estas tácticas, como lo revelaron los Papeles de Pandora en 2021, que expusieron cómo el presidente Volodímir Zelenski y sus socios usaron empresas offshore para adquirir propiedades de lujo en Londres.
El sistema offshore no discrimina: está disponible para cualquiera con suficiente dinero. Esto significa que tanto aliados como enemigos de un país pueden aprovecharlo para evadir impuestos, ocultar riqueza o financiar actividades ilícitas. Las corporaciones y los ultrarricos canalizan fondos a través de estas redes, a veces incluso para influir en campañas políticas, asegurando que el sistema permanezca intacto.
Estados Unidos no es inmune a estas prácticas. Delaware, conocido por su facilidad para crear empresas fantasma anónimas, se ha convertido en un centro de operaciones similar a las Islas Caimán o Suiza. Desde traficantes de armas como Viktor Bout hasta narcotraficantes serbios, muchos han usado este estado para blanquear dinero o evadir impuestos, aprovechando las lagunas legales que persisten desde hace décadas.
Incluso figuras como Osama bin Laden reconocieron estas vulnerabilidades. Según el autor Hal Weitzman, el líder de Al Qaeda afirmó que sus seguidores conocían las grietas del sistema financiero occidental tan bien como las líneas de sus manos. Esto pone en evidencia cómo los adversarios de occidente han explotado estas debilidades para operar con impunidad.
La disolución del grupo de trabajo KleptoCapture, anunciada discretamente por el Departamento de Justicia, marca un retroceso en la lucha contra estos sistemas financieros opacos. Creado en 2022 tras el inicio del conflicto en Ucrania, este grupo buscaba rastrear e incautar los activos de oligarcas y otros actores corruptos. Su cierre, en el contexto de la administración Trump, sugiere una menor prioridad en combatir estas redes que no solo benefician a los oligarcas, sino también a cárteles y funcionarios corruptos.
El caso del megayate Amadea ilustra la dificultad de estas investigaciones. Aunque los documentos no vinculaban directamente al oligarca Suleiman Kerimov, los fiscales usaron testimonios de la tripulación y comunicaciones internas para probar su propiedad. Este tipo de evidencia es crucial, ya que los verdaderos dueños rara vez aparecen en los registros oficiales.
El sistema offshore sigue siendo un desafío global. Mientras existan paraísos fiscales y regulaciones laxas, los megayates y otros activos de lujo continuarán navegando bajo el radar. La pregunta es si los gobiernos están dispuestos a cerrar estas grietas o si, como en el pasado, los intereses políticos y económicos prevalecerán.

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Cómo los oligarcas esconden sus megayates de lujo en un mundo de sanciones
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