En una ceremonia solemne en la Basílica de San Pedro, el Papa León XIV presidió la ordenación de once nuevos sacerdotes para la Diócesis de Roma. Durante su homilía, el Pontífice llamó a los nuevos presbíteros a trabajar juntos para sanar las heridas de la Iglesia católica, una institución que enfrenta desafíos de credibilidad en el mundo actual.
El Papa destacó la importancia de ser creíbles, más que perfectos, en un contexto donde la Iglesia, la humanidad y la creación misma están marcadas por heridas profundas. Sus palabras resonaron como un mensaje de esperanza y compromiso, invitando a los sacerdotes a servir con autenticidad y cercanía al pueblo de Dios.
León XIV retomó esta ceremonia, que durante los últimos tres años del pontificado de Francisco había sido presidida por el cardenal vicario de Roma. En su mensaje, insistió en que los sacerdotes deben estar conectados con el mundo real, evitando la tentación de buscar poder o privilegios.
El rito de ordenación estuvo cargado de simbolismo. Los nuevos sacerdotes, vestidos con paramentos blancos, respondieron uno a uno “Aquí estoy” al ser llamados por su nombre, mostrando su disposición para asumir su vocación. Este momento marcó el inicio de un compromiso profundo con su misión.
El cardenal vicario de Roma, Baldassare Reina, presentó a los ordenados ante el Papa, asegurando que eran dignos tras un proceso de evaluación entre el pueblo cristiano y quienes guiaron su formación. El Pontífice, en un diálogo tradicional, confirmó su idoneidad para el ministerio sacerdotal.
Tras la homilía, los nuevos presbíteros pronunciaron sus compromisos y prometieron respeto y obediencia al Papa y sus sucesores, arrodillándose uno por uno ante él. Este acto reflejó la conexión personal y espiritual entre el líder de la Iglesia y sus nuevos ministros.
Un momento especialmente emotivo fue cuando los sacerdotes se tendieron en el suelo, frente al altar construido sobre el lugar donde, según la tradición, fue sepultado San Pedro. Mientras la asamblea entonaba las letanías, se creó un ambiente de profunda reflexión y espiritualidad.
El Papa explicó que la imposición de las manos, un gesto central del rito, representa la transmisión del Espíritu creador. Este acto conecta a los nuevos sacerdotes con la misión de Cristo, integrándolos en la tarea de llevar reconciliación y esperanza al mundo.
La ceremonia culminó con la imposición de la estola y la casulla a los nuevos sacerdotes, seguida de la unción de sus manos con el santo crisma. El intercambio de un abrazo y el beso de la paz sellaron el vínculo entre el Papa y los ordenados.
León XIV cerró su mensaje animando a los nuevos sacerdotes a vivir su ministerio con humildad y autenticidad, recordándoles que la credibilidad de la Iglesia se construye a través de acciones concretas y una conexión genuina con las personas.

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El Papa León XIV ordena a once nuevos sacerdotes y pide reconstruir la credibilidad de una Iglesia herida
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