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Mesa de trabajo contra el fentanilo: ¿Otro intento fallido del gobierno?

En un nuevo capítulo de la lucha contra el narcotráfico, el gobierno de México ha anunciado la creación de una mesa de trabajo para combatir la crisis del fentanilo. La iniciativa, encabezada por la presidenta Claudia Sheinbaum, busca coordinar esfuerzos entre México y Estados Unidos para frenar la producción y tráfico de esta droga letal. Pero, ¿es esta mesa un verdadero paso hacia adelante o solo un gesto más para calmar las críticas?
El anuncio llega en un momento crítico, con el fentanilo causando estragos en ambos lados de la frontera. En México, el aumento de sobredosis y muertes relacionadas con esta sustancia sintética ha encendido las alarmas. En Chihuahua, por ejemplo, se han reportado casos recientes de fallecimientos por consumo de fentanilo mezclado con otras drogas, lo que evidencia la gravedad del problema.
La mesa de trabajo promete abordar desde la producción hasta la distribución de esta droga, que ha sido señalada como una de las principales causas de la crisis de opioides en Estados Unidos. Sin embargo, las autoridades mexicanas han sido cuestionadas por su falta de resultados concretos en el pasado. La estrategia suena ambiciosa, pero no está claro cómo se implementará en un país donde los cárteles operan con impunidad.
En el caso de Chihuahua, el gobierno estatal ha intensificado los decomisos de fentanilo, con más de 3.5 millones de dosis confiscadas entre 2024 y 2025. A pesar de estos esfuerzos, la producción de la droga no parece disminuir, y los laboratorios clandestinos siguen operando en regiones como Ciudad Juárez y la carretera Chihuahua-Juárez. Esto plantea dudas sobre la efectividad de las acciones actuales.
La participación de Estados Unidos en esta mesa de trabajo añade un componente internacional al problema. La Casa Blanca ha señalado que, si México no toma medidas contundentes, podrían aplicarse aranceles del 25% a las importaciones mexicanas. Esta presión externa pone al gobierno de Sheinbaum en una posición complicada, entre cumplir con las demandas de su vecino del norte y demostrar control interno.
Críticos del gobierno de Morena argumentan que esta iniciativa podría ser solo una respuesta reactiva a las presiones de Washington, en lugar de una estrategia bien planeada. La historia reciente no ayuda: reportajes internacionales, como el del New York Times sobre laboratorios en Culiacán, han expuesto las fallas en el combate al narcotráfico, mientras el gobierno mexicano se limita a desmentir sin ofrecer soluciones claras.
El impacto del fentanilo no se limita a las cifras de decomisos o muertes. En comunidades de Chihuahua, la droga está afectando a jóvenes y familias, con casos de sobredosis que han conmocionado a la población. Las autoridades locales han intentado implementar programas de prevención en escuelas, pero estos esfuerzos parecen insuficientes frente a la magnitud del problema.
La mesa de trabajo también deberá enfrentar el desafío de la corrupción y las complicidades que permiten el tráfico de fentanilo. Reportes periodísticos han señalado cómo los precursores químicos ingresan al país sin mayores controles, alimentando la producción de esta droga. Sin atacar estas redes de complicidad, cualquier estrategia está destinada a quedarse en buenas intenciones.
Mientras el gobierno de Sheinbaum promete resultados, la ciudadanía espera acciones concretas que vayan más allá de anuncios y mesas de diálogo. La crisis del fentanilo no solo es un problema de seguridad, sino una tragedia que afecta a miles de familias en México y Estados Unidos. La pregunta sigue en el aire: ¿será esta mesa de trabajo la solución o solo un intento más por aparentar control?

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