La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha recibido un encargo que no se veía desde hace casi cuatro décadas: estudiar los impactos que una guerra nuclear tendría en la salud humana y los sistemas sanitarios. Este mandato, aprobado el 26 de mayo de 2025, fue impulsado por 86 países durante la Asamblea anual de la OMS en Ginebra. La decisión marca un regreso a un tema que la organización abordó por última vez en 1987, en plena Guerra Fría.
El tema no estuvo exento de controversia. La resolución para retomar este análisis tuvo que pasar por una votación, rompiendo con la tradición de aprobar temas por consenso en la Asamblea. Rusia, apoyada por Corea del Norte, solicitó la votación y ambos países se opusieron al encargo. Argumentaron que este tipo de estudio excede las funciones de la OMS y demandará recursos significativos en un momento de crisis financiera para la organización.
Un total de 28 países, incluyendo potencias nucleares como Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Polonia, Turquía, Pakistán e India, optaron por abstenerse. Su justificación fue que otras instituciones ya realizan evaluaciones similares, por lo que consideraron innecesario involucrar a la OMS en este análisis. Sin embargo, la mayoría de los Estados miembros respaldaron la iniciativa, destacando la necesidad de actualizar los datos sobre un tema tan crítico.
La propuesta para que la OMS retome este estudio fue impulsada por un grupo de Estados insulares, como las Islas Marshall, Samoa y Vanuatu, que lograron formar una coalición con países de diversas regiones. Estos Estados, muchos de los cuales sufrieron ensayos nucleares en el siglo XX, abogaron por la importancia de evaluar los riesgos en la salud con base en los avances científicos y tecnológicos más recientes.
Organizaciones de la sociedad civil también jugaron un papel clave en llevar este tema a la agenda. La Asociación Internacional de Médicos para la Prevención de la Guerra Nuclear, galardonada con el Premio Nobel de la Paz en 1985, fue una de las principales impulsoras. Su director de políticas, Charles Johnson, expresó su satisfacción por la decisión, subrayando la relevancia de actualizar los estudios sobre las consecuencias de un conflicto nuclear.
El último informe de la OMS sobre este tema, publicado en 1987, detallaba los efectos catastróficos de una guerra nuclear, incluyendo la devastación de los servicios de salud, el colapso de la infraestructura sanitaria y los impactos a largo plazo en el medio ambiente. En 1993, la OMS elaboró un reporte adicional sobre las consecuencias de las armas nucleares en la salud y el entorno, pero el tema dejó de ser prioritario tras el fin de la Guerra Fría.
El contexto geopolítico actual, marcado por tensiones entre países con armamento nuclear, ha reavivado el interés en este análisis. Los proponentes argumentan que los avances tecnológicos, como los misiles hipersónicos, han aumentado los riesgos de escalada rápida en un conflicto, lo que hace urgente reevaluar los impactos en la salud pública.
La tarea encomendada a la OMS no solo busca actualizar los datos, sino también proporcionar una base científica para informar a los responsables de políticas y al público sobre las consecuencias de un escenario nuclear. Este esfuerzo podría reforzar los llamados a la prevención de conflictos armados y al desarme nuclear, en un mundo donde la amenaza, aunque menos visible que en el pasado, sigue presente.
La oposición de Rusia y Corea del Norte refleja las tensiones políticas que rodean el tema. Ambos países argumentaron que los recursos de la OMS deberían destinarse a otras prioridades sanitarias. Sin embargo, para los defensores de la resolución, el impacto potencial de una guerra nuclear en la humanidad justifica plenamente esta investigación.
Este nuevo encargo a la OMS pone de relieve la importancia de la preparación y la prevención en un mundo donde las armas nucleares siguen siendo una realidad. Los resultados de este análisis podrían servir como un recordatorio de los costos humanos de un conflicto de esta magnitud, impulsando esfuerzos globales para evitarlo.

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La OMS enfrenta un nuevo desafío: analizar los devastadores efectos de una guerra nuclear en la salud
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