Canadá enfrenta una nueva tormenta política tras la reciente elección de su primer ministro, Mark Carney. Mientras el país busca estabilidad, Alberta, la provincia conservadora del oeste, está dando pasos firmes hacia un referéndum que podría cambiar su destino: la posible separación de Canadá.
La idea de la secesión no es nueva, pero ha ganado fuerza en Alberta tras las recientes elecciones federales. Esta provincia, conocida por su riqueza en recursos naturales y su fuerte inclinación conservadora, se siente cada vez más alejada del resto del país. Los habitantes de Alberta argumentan que sus valores y su economía son lo suficientemente distintos como para justificar un camino independiente.
El movimiento secesionista en Alberta ha encontrado eco en conversaciones cotidianas, desde los medios hasta las charlas en los bares. En Bragg Creek, un pequeño poblado en las faldas de las Montañas Rocosas, ciudadanos como Bob Gablehaus no dudan en expresar su apoyo. “Si hubiera un referéndum, votaría por la separación sin pensarlo”, asegura Gablehaus, reflejando el sentir de muchos en la región.
Sin embargo, el camino hacia la secesión está lleno de obstáculos. La Constitución canadiense requiere reformas complejas para permitir que una provincia se independice, un proceso que parece casi imposible en la práctica. A pesar de ello, el simple hecho de plantear un referéndum revela profundas tensiones y descontento en Alberta con el gobierno central.
La llegada de Mark Carney como primer ministro, liderando un cuarto mandato del Partido Liberal, no ha calmado las aguas. Los aranceles impuestos por el presidente estadounidense Donald Trump y las amenazas a la soberanía canadiense han añadido presión a un país ya dividido. En este contexto, Alberta ve en la secesión una forma de proteger sus intereses económicos y culturales.
El contraste con Quebec, otra provincia con un historial secesionista, es notable. Mientras el movimiento en Quebec ha perdido fuerza desde su último referéndum en 1995, Alberta parece estar en un momento de creciente ímpetu. Los líderes locales argumentan que la provincia, con su industria petrolera y ganadera, tiene los recursos para prosperar por su cuenta.
Las discusiones sobre la secesión dominan los titulares y las tertulias en Alberta. Los defensores del referéndum creen que es una oportunidad para que la provincia tome el control de su futuro. Sin embargo, los expertos advierten que el proceso podría generar más división que soluciones, en un país que ya lidia con desafíos económicos y políticos.
A medida que Alberta avanza hacia este referéndum, el resto de Canadá observa con atención. La posibilidad de que una de sus provincias más ricas y estratégicas busque la independencia plantea preguntas sobre la unidad nacional. Por ahora, el debate sigue creciendo, y el futuro de Alberta, y de Canadá, permanece incierto.

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Alberta, la “Texas de Canadá”, planea un arriesgado referéndum por la secesión
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