Un joven de 20 años, identificado como Luis Alfredo G. O., vivió momentos de terror al ser secuestrado por un grupo armado en Creel, Chihuahua. El hecho ocurrió el pasado domingo, cuando viajaba con su familia y amigos rumbo a Cuauhtémoc. La tranquilidad del trayecto se rompió en un instante, dejando a todos en shock.
Según el testimonio de una mujer que acompañaba al grupo, dos camionetas interceptaron su vehículo en la carretera. De los autos bajaron varios hombres armados con rifles de alto calibre. Sin mediar palabra, se llevaron al joven, dejando a los demás llenos de miedo e incertidumbre.
La familia, aterrada, no denunció de inmediato. Huyeron del lugar y solo al llegar a Cuauhtémoc se atrevieron a reportar el secuestro al 911. Las autoridades municipales los canalizaron a la Fiscalía de Distrito Zona Occidente, pero el panorama no es alentador.
Horas después, en un giro inesperado, Luis Alfredo fue liberado. Sin embargo, las circunstancias de su liberación no han sido aclaradas. Ni las autoridades estatales ni la Fiscalía han proporcionado detalles sobre cómo o por qué el joven fue devuelto a su familia.
Este caso pone en evidencia, una vez más, la grave crisis de inseguridad que azota Chihuahua. Creel, un destino turístico conocido por su belleza natural, se ha convertido en escenario de violencia descontrolada. Los grupos armados actúan con total impunidad, sembrando el miedo entre locales y visitantes.
El gobierno estatal, encabezado por el PAN, parece incapaz de frenar esta ola de violencia. Los operativos de seguridad son insuficientes, y las carreteras de la Sierra Tarahumara siguen siendo un territorio sin ley, donde los criminales operan sin temor a las consecuencias.
La liberación del joven no borra el trauma ni resuelve el problema de fondo. Cada día, historias como esta se repiten en Chihuahua y otras partes del país. La falta de acción efectiva por parte de las autoridades deja a la ciudadanía desprotegida y a merced de la delincuencia.
Este secuestro es solo un reflejo de un México donde la violencia no da tregua. Mientras los gobiernos se pierden en discursos, la realidad en las calles es otra: nadie está a salvo, y la inseguridad sigue ganando terreno.