En la madrugada del 19 de mayo, un comando armado irrumpió en la plaza principal de San Bartolo de Berrios, en San Felipe, Guanajuato, y abrió fuego contra un grupo de jóvenes que convivían tras una celebración parroquial. El saldo fue devastador: siete personas, incluidos menores de edad, perdieron la vida en un acto que ha sacudido a la comunidad.
La Conferencia del Episcopado Mexicano expresó su profundo dolor por la masacre, condenando la violencia que azota al país. Los obispos hicieron un llamado urgente a las autoridades de todos los niveles para que asuman su responsabilidad y garanticen seguridad y justicia. La impunidad, aseguraron, no puede convertirse en la norma.
El ataque ocurrió al final de un festejo organizado por la parroquia local, según el Arzobispo de León, Alfonso Cortés. Hombres armados, presuntamente ligados al Cártel de Santa Rosa de Lima, dispararon sin piedad contra los presentes, dejando un rastro de sangre y dolor en la comunidad. Entre las víctimas había jóvenes y adolescentes, algunos de ellos menores de edad.
La Iglesia Católica no se quedó en el lamento. En un comunicado, la Compañía de Jesús en México se solidarizó con las familias afectadas y exigió castigo para los responsables. Los jesuitas se unieron a la Arquidiócesis de León en oración, pero también en un grito por la paz en un estado donde la violencia parece no tener fin.
Según reportes de Seguridad Pública Municipal, el ataque fue reportado a las 2:36 de la madrugada. Al llegar al lugar, los elementos policiacos encontraron los cuerpos sin vida y un escenario de horror. Vecinos, despertados por los disparos, salieron a la plaza y confirmaron la tragedia que enluta a San Bartolo de Berrios.
La masacre de San Felipe se suma a una serie de hechos violentos en Guanajuato, un estado golpeado por la disputa entre cárteles. Apenas en marzo, otro multihomicidio en Salamanca dejó ocho jóvenes muertos, varios de ellos miembros de la Pastoral Juvenil. La Iglesia ha denunciado que la violencia se ha convertido en un cáncer para la sociedad mexicana.
Los obispos insistieron en que no podemos acostumbrarnos a convivir con la muerte violenta. En su mensaje, pidieron a la sociedad civil no caer en la indiferencia ni en la desesperanza, sino unirse para construir comunidades de paz y reconciliación. La tragedia, afirmaron, debe ser un punto de inflexión.
El Cártel de Santa Rosa de Lima, señalado como responsable, ha sembrado el terror en la región. La falta de acción efectiva por parte de las autoridades ha agravado la crisis de inseguridad, dejando a comunidades como San Bartolo de Berrios en un estado de vulnerabilidad constante.
La Diócesis de Irapuato, a la que pertenece la parroquia de San Felipe, convocó a un novenario en memoria de las víctimas. También se organizarán rosarios y una caravana por la paz para exigir un alto a la violencia. La Iglesia reiteró su compromiso de acompañar a las familias y trabajar por un México donde la vida sea respetada.
La masacre de San Bartolo de Berrios no es un caso aislado, sino un reflejo de la grave situación que enfrenta Guanajuato. Mientras las autoridades no actúen con firmeza, las comunidades seguirán pagando el costo de una guerra que parece no tener fin. La voz de la Iglesia resuena como un recordatorio: la justicia y la paz son urgentes.

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Siete jóvenes asesinados en Guanajuato: la Iglesia clama justicia ante la ola de violencia
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