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LOS DUEÑOS DE LA BANQUETA: EL CAOS QUE NADIE CONTROLA EN CHIHUAHUA

En las calles de Chihuahua, las banquetas han dejado de ser un espacio para los peatones. Los vendedores ambulantes, los autos mal estacionados y la basura acumulada se han apoderado de estos lugares, convirtiéndolos en un campo de obstáculos para quienes intentan caminar por la ciudad. La situación, lejos de mejorar, parece agravarse cada día, mientras las autoridades locales brillan por su ausencia.
El problema no es nuevo, pero ha alcanzado niveles alarmantes. En el centro de la ciudad, las banquetas están ocupadas por puestos improvisados que venden desde comida hasta ropa, dejando apenas espacio para que los transeúntes pasen. Los peatones, especialmente adultos mayores y personas con discapacidad, enfrentan un verdadero riesgo al intentar sortear estos obstáculos. La falta de regulación es evidente, y los ciudadanos están hartos de la indiferencia oficial.
Pero no solo los vendedores son responsables. Los automovilistas también contribuyen al caos. En muchas zonas, los autos se estacionan directamente sobre las banquetas, bloqueando el paso por completo. En algunos casos, como en la colonia Viveros del Valle, los conductores han llegado al extremo de instalar rejas para “proteger” sus vehículos, privatizando un espacio que debería ser público. Estas acciones, lejos de ser sancionadas, parecen ser ignoradas por las autoridades municipales.
La basura es otro factor que agrava la crisis. En lugares como el bulevar Díaz Ordaz, los desechos se acumulan en las banquetas, a pesar de que existen botes de basura cercanos. Botellas, envolturas y papeles se esparcen por el suelo, dando una imagen de abandono. Los ciudadanos señalan que, aunque algunos intentan mantener limpias las calles, la falta de vigilancia y sanciones permite que el problema persista.
Las autoridades municipales, encabezadas por el gobierno local, no han implementado medidas efectivas para resolver esta situación. Los operativos de limpieza y regulación son escasos, y cuando ocurren, no tienen un impacto duradero. Los chihuahuenses se preguntan por qué no se destinan más recursos para garantizar que las banquetas cumplan su función básica: ser un espacio seguro y accesible para todos.
La falta de acción no solo afecta la movilidad, sino también la seguridad. Las banquetas obstruidas obligan a los peatones a caminar por las calles, exponiéndolos a accidentes. En una ciudad donde la inseguridad ya es un tema preocupante, este desorden urbano agrega un riesgo innecesario. Los ciudadanos exigen soluciones, pero sus voces parecen no ser escuchadas.
El contraste es notable en otras ciudades del país, donde las autoridades han implementado programas para recuperar los espacios públicos. En Chihuahua, sin embargo, la apatía parece ser la norma. Los habitantes se preguntan si alguna vez se tomarán medidas serias o si las banquetas seguirán siendo territorio de nadie.
Este caos en las banquetas es un reflejo de problemas más profundos: la falta de planeación urbana, la indiferencia de las autoridades y la ausencia de una cultura cívica que respete los espacios compartidos. Mientras tanto, los peatones de Chihuahua seguirán enfrentando un camino lleno de obstáculos, sin que nadie parezca dispuesto a asumir la responsabilidad de devolverles sus banquetas.

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