En un grito desesperado, la alcaldesa de Guadalupe y Calvo, Ana Laura González Ábrego, ha suplicado a la Federación que intervenga ante la escalada de violencia que azota su municipio. La inseguridad se ha desbordado, dejando a los habitantes en un estado de temor constante.
Guadalupe y Calvo, en el corazón de la Sierra Tarahumara, ha sido escenario de ataques armados, ejecuciones y enfrentamientos que han marcado el inicio de la administración de González Ábrego. La presidenta municipal, de Morena, parece desbordada por la situación.
Apenas en los últimos meses, se han reportado balaceras, ataques con drones y asesinatos que han dejado decenas de víctimas. La población vive con miedo, mientras las autoridades locales parecen incapaces de frenar la ola de violencia.
La alcaldesa ha reconocido públicamente que la seguridad es un problema que rebasa las capacidades del municipio. Sin embargo, sus acciones hasta ahora han sido cuestionadas, especialmente tras controversias como el despido masivo de trabajadores y el presunto ocultamiento de alimentos para los más necesitados.
Mientras tanto, la Federación no ha dado una respuesta clara. La presencia de fuerzas federales en la zona sigue siendo insuficiente, y los operativos no han logrado contener a los grupos criminales que operan con impunidad.
La situación en Guadalupe y Calvo es un reflejo de la crisis de inseguridad que vive Chihuahua. Los habitantes exigen respuestas, pero las promesas de las autoridades se diluyen en medio del caos.
González Ábrego, quien asumió el cargo en septiembre de 2024, enfrenta un panorama sombrío. Su falta de experiencia en temas de seguridad, como ella misma ha admitido, agrava la percepción de descontrol en el municipio.
La ciudadanía espera que la súplica de la alcaldesa no caiga en oídos sordos. Mientras tanto, Guadalupe y Calvo sigue atrapado en una espiral de violencia que no da tregua.