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Fentanilo: El asesino silencioso que azota México

El fentanilo, un opioide sintético 50 veces más potente que la heroína, se ha convertido en una amenaza mortal en México. Este polvo blanco, barato y letal, está detrás de un aumento alarmante de sobredosis, especialmente en estados fronterizos como Chihuahua, Baja California y Sonora. Las autoridades parecen incapaces de frenar su avance, mientras los cárteles lo producen y distribuyen sin control.
En Chihuahua, la situación es crítica. Reportes recientes confirman que el consumo de fentanilo está creciendo, con casos de muertes por sobredosis que ya no son aislados. Las drogas en la región, como la cocaína y el cristal, están siendo adulteradas con este opioide, poniendo en riesgo a consumidores que desconocen lo que ingieren. La falta de acción efectiva agrava el problema.
El gobierno federal, encabezado por Claudia Sheinbaum, ha sido señalado por su tibia respuesta ante esta crisis. Mientras los cárteles de Sinaloa y el CJNG dominan la producción de fentanilo, las autoridades mexicanas insisten en minimizar el problema. La narrativa oficial asegura que el fentanilo llega principalmente de China, pero la evidencia apunta a laboratorios clandestinos en suelo mexicano.
La inseguridad ligada al narcotráfico no da tregua. En estados como Sinaloa, los ciudadanos viven bajo el yugo de la violencia, con secuestros, asesinatos y extorsiones que se han normalizado. La complicidad de autoridades locales, denunciada por años, parece mantenerse intacta, dejando a la población desprotegida frente a los criminales.
En el ámbito internacional, el fentanilo ha encendido las alarmas. En Estados Unidos, donde causa más de 100 mil muertes al año, el presidente Donald Trump ha amenazado con medidas drásticas, incluyendo bombardeos a laboratorios en México. Estas declaraciones han generado tensión diplomática, con el gobierno mexicano acusando a Washington de intervencionismo.
La Secretaría de Salud ha reconocido que el consumo de fentanilo está en aumento, pero las acciones concretas brillan por su ausencia. En lugares como Tijuana, las asociaciones civiles reportan un incremento exponencial de sobredosis desde 2017. Muchas víctimas mueren en las calles sin ser identificadas, lo que dificulta dimensionar la magnitud de la crisis.
Los esfuerzos por combatir el tráfico de fentanilo han tenido resultados limitados. Aunque se han incautado toneladas de esta droga en operativos como “Frontera Norte”, estas cantidades representan una fracción mínima del mercado. Los cárteles, con acceso a precursores químicos desde Asia, producen millones de dosis en cuestión de horas.
La población mexicana, atrapada entre la violencia y la indiferencia oficial, exige soluciones reales. Mientras el fentanilo sigue cobrando vidas, la falta de coordinación entre autoridades y la corrupción en distintos niveles del gobierno perpetúan esta tragedia. La pregunta sigue en el aire: ¿hasta cuándo se seguirá ignorando esta emergencia?

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