En un nuevo capítulo de la crisis de inseguridad que azota a México, una mujer estadounidense y sus dos hijos pequeños han desaparecido en el municipio de Apodaca, Nuevo León. La Fiscalía General de Justicia del estado emitió un reporte de búsqueda urgente, pero las autoridades parecen no tener pistas claras sobre su paradero.
Natalie Sirisa Enríquez, de 40 años, fue vista por última vez el pasado 12 de mayo en la colonia Santa Rosa, en Apodaca, una zona conurbada con Monterrey. Iba acompañada de sus hijos, Carlo García, de 1 año, y Lidia Mía García, de 2 años. La familia viajaba en una camioneta Ford Lariat 2005, color rojo, con placas de Texas.
Según el reporte oficial, Natalie tiene cabello negro con un mechón teñido de rubio, tez blanca, ojos marrón oscuro y una estatura de 1.60 metros. Su complexión es robusta y cuenta con varios tatuajes distintivos: un mandala en la mano izquierda, una mariposa en la derecha, una cruz en el muslo derecho, y las frases “Life Crazy” en el pecho y “Little Baby” bajo el cuello.
La desaparición de esta familia se suma a una alarmante lista de casos similares en Nuevo León, un estado donde la violencia y las desapariciones no dan tregua. En 2024, se reportaron 28 mujeres desaparecidas que fueron halladas sin vida, colocando a la entidad como la segunda con más casos de este tipo en el país, solo detrás del Estado de México.
La carretera Monterrey-Nuevo Laredo, conocida como “el triángulo de las Bermudas” por su historial de desapariciones, ha sido escenario de casos similares. Aunque no se ha confirmado que la familia haya transitado por esta vía, la zona es un recordatorio de la inseguridad que enfrentan tanto locales como visitantes.
Las autoridades han difundido las fichas de búsqueda, pero hasta el momento no hay avances significativos. La ciudadanía está a la expectativa, mientras crece la preocupación por la falta de resultados concretos en este tipo de casos.
Nuevo León, bajo el gobierno de Samuel García, enfrenta críticas constantes por su manejo de la seguridad. La desaparición de Natalie y sus hijos pone en evidencia, una vez más, las fallas en las estrategias para proteger a la población, especialmente en municipios como Apodaca, donde los índices delictivos no ceden.
Mientras tanto, la familia de Natalie espera respuestas. La incertidumbre y el miedo se apoderan de quienes conocen el caso, en un estado donde la promesa de seguridad parece cada vez más lejana.