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El impacto oculto de la inteligencia artificial: una montaña de basura electrónica amenaza al planeta

La inteligencia artificial está transformando el mundo, pero su auge tiene un costo ambiental que pocos discuten. Un informe reciente revela que la producción de basura electrónica crece cinco veces más rápido que su reciclaje, impulsada por el voraz consumo de tecnología para entrenar modelos de IA. Entre 2020 y 2030, se estima que la IA generativa podría generar hasta 5 millones de toneladas de desechos electrónicos, equivalentes a tirar al vertedero 13 mil millones de smartphones.
Estos residuos no son solo un problema de espacio. Contienen metales tóxicos como plomo y cromo, que contaminan suelos y aguas subterráneas, afectando ecosistemas y la salud humana. Al mismo tiempo, incluyen materiales valiosos como oro, plata y paladio, cuya recuperación podría ser clave en un mundo donde los recursos escasean. Sin embargo, menos del 22% de la basura electrónica global se recicla adecuadamente.
El boom de la IA depende de centros de datos masivos que renuevan sus equipos cada pocos años. Servidores como el DGX H100 de Nvidia, diseñados para procesar modelos de inteligencia artificial, son rápidamente reemplazados, generando toneladas de desechos. En 2023, Nvidia recicló solo 152 toneladas métricas de basura electrónica, una cifra mínima frente al volumen que produce la industria.
Europa, América del Norte y Asia Oriental concentran el 97% de estos desechos, pero gran parte termina en vertederos de África y Asia, donde la falta de infraestructura agrava el impacto ambiental. La incineración de estos residuos libera gases tóxicos, contribuyendo al cambio climático y afectando la calidad del aire en comunidades vulnerables.
Los expertos advierten que, sin medidas urgentes, la basura electrónica podría alcanzar los 82 millones de toneladas para 2030, un aumento del 33% respecto a 2022. Esto no solo amenaza el medio ambiente, sino que desperdicia recursos valorados en 62 mil millones de dólares anuales, que podrían recuperarse con un reciclaje eficiente.
La solución, según investigadores, pasa por adoptar una economía circular. Reutilizar componentes como módulos de memoria o baterías de los procesadores podría reducir los desechos hasta en un 86%. Sin embargo, reciclar estos materiales es costoso y requiere políticas claras que obliguen a las empresas a actuar.
Félix Antonio López, del Centro Nacional de Investigaciones Metalúrgicas de España, destaca la importancia de recuperar metales críticos como el cobre o el níquel. Estos recursos son esenciales en un contexto donde la demanda de tecnología no para de crecer, y su escasez se ha convertido en un asunto geoestratégico.
La Unión Europea ya explora yacimientos para obtener tierras raras, pero los expertos insisten en que el reciclaje debe ser una prioridad. Sin una acción coordinada, el avance de la inteligencia artificial podría dejar un legado tóxico que pagarán las futuras generaciones.
El desafío es claro: la IA promete un futuro innovador, pero su huella ambiental exige soluciones inmediatas. La pregunta es si las grandes tecnológicas y los gobiernos estarán a la altura para enfrentar este problema antes de que sea demasiado tarde.

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