En México, un alarmante 60 por ciento de la población enfrenta el riesgo de desarrollar enfermedades cardiovasculares, las cuales se han consolidado como una de las principales causas de muerte en el país. Este dato, revelado por especialistas, pone en evidencia un problema de salud pública que no da tregua y que afecta cada vez a personas más jóvenes.
Adolfo Chávez Mendoza, presidente de la Asociación Mexicana de Insuficiencia Cardiaca, señaló que factores como la obesidad, el sedentarismo y la genética están impulsando este incremento. La falta de hábitos saludables y el desconocimiento de las condiciones de riesgo agravan la situación, poniendo en jaque la salud de millones.
Las enfermedades cardiovasculares abarcan cualquier afección que comprometa el corazón o los vasos sanguíneos, como venas y arterias. Entre las más preocupantes están las relacionadas con la aterosclerosis, un proceso que incluye cardiopatía isquémica, insuficiencia cardíaca y enfermedad vascular cerebral, todas con un impacto devastador.
Según la Encuesta Nacional de Salud de 2018, el 30.4 por ciento de los mexicanos presenta resultados anormales en su perfil de lípidos, lo que indica niveles altos de colesterol o grasas en la sangre. Este problema, combinado con la hipertensión, aumenta significativamente el riesgo de complicaciones graves como infartos o derrames cerebrales.
La hipertensión, que ahora se diagnostica incluso en personas menores de 35 años, es otro factor crítico. La presencia temprana de estas enfermedades crónicas refleja un sistema de salud pública que no logra prevenir ni controlar a tiempo las condiciones de riesgo, dejando a la población vulnerable.
Alan Barrell, director médico de la farmacéutica Chinoin, destacó que existen tratamientos efectivos, como las estatinas, que ayudan a controlar el colesterol. Medicamentos como la rosuvastatina han demostrado alta eficacia para reducir los riesgos de aterosclerosis, pero el acceso y la concientización siguen siendo limitados.
Para quienes tienen antecedentes de fibrilación auricular, los anticoagulantes orales son una opción clave para prevenir eventos cerebrovasculares. Estos tratamientos pueden reducir hasta en dos terceras partes las complicaciones relacionadas con coágulos, pero su uso no está generalizado debido a la falta de diagnóstico oportuno.
El panorama es claro: las enfermedades cardiovasculares no solo son una amenaza creciente, sino que están afectando a generaciones más jóvenes. La combinación de malos hábitos, predisposición genética y un sistema de salud que no prioriza la prevención está cobrando un precio alto.
La situación demanda una respuesta urgente. Sin cambios en los estilos de vida y sin una mayor inversión en educación y detección temprana, México seguirá enfrentando una crisis de salud que podría prevenirse con medidas adecuadas.
Este escenario pone en evidencia la necesidad de actuar de inmediato. La salud cardiovascular de los mexicanos está en juego, y el tiempo para revertir esta tendencia se agota rápidamente.

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Seis de cada diez mexicanos en peligro: el riesgo de enfermedades cardiovasculares crece sin control
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