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Miles de litros de agua potable se pierden en México mientras la crisis hídrica se agrava

En México, el agua potable se escapa a chorros por tuberías rotas, y nadie parece hacer lo suficiente para detenerlo. Cada año, se reportan al menos 600 mil fugas en el país, un síntoma claro de una infraestructura hidráulica que se cae a pedazos. En lugares como Ecatepec, Estado de México, la situación es desesperante: las autoridades no alcanzan a reparar ni la mitad de las fugas, dejando a miles sin acceso al líquido vital.
El Sistema Cutzamala, que abastece a la Ciudad de México y el Estado de México, es un ejemplo alarmante. Desde 2021 hasta abril de 2024, se han perdido más de 31 millones de litros de agua debido a tuberías dañadas. La antigüedad de las redes, algunas con más de 50 años, y la falta de mantenimiento son las principales causas. Mientras tanto, el agua que debería llegar a los hogares termina en el drenaje o filtrándose al subsuelo.
En la Ciudad de México, la situación no es mejor. Alrededor del 40 por ciento del agua potable se pierde en fugas, según expertos de la UNAM. En 2023, se atendieron más de 11 mil fugas en la capital, pero el problema persiste. Las tuberías, muchas instaladas desde el Porfiriato, no resisten el paso del tiempo ni los movimientos sísmicos que fracturan las redes.
En Ecatepec, los vecinos de colonias como Ciudad Cuauhtémoc viven una realidad cruel. El agua no llega a sus casas, pero sí corre por las calles en fugas que nadie repara. Algunos han aprendido a recolectar el líquido de estas rupturas para lavar o cocinar, en un intento desesperado por aprovechar lo que se desperdicia. La escasez los obliga a racionar cada gota, mientras las autoridades parecen ignorar el problema.
El gobierno del Estado de México ha intentado responder con programas como “Mujeres Plomeras”, donde capacitan a mujeres para reparar fugas en sus hogares. Sin embargo, esto no ataca el fondo del problema: la mayoría de las pérdidas ocurren en la vía pública, en tuberías que son responsabilidad de las autoridades. Cambiar toda la infraestructura no es una solución mágica, pero la falta de acción agrava la crisis.
Factores externos también complican el panorama. Construcciones mal planeadas y el paso constante de vehículos pesados generan presión en el suelo, rompiendo tuberías ya debilitadas. A esto se suma el “huachicoleo del agua”, robos de líquido que desvían recursos de la red pública para beneficio de unos pocos. Las autoridades saben de estas prácticas, pero los resultados para frenarlas son mínimos.
La falta de datos precisos es otro obstáculo. Muchos municipios no llevan un registro detallado de las fugas ni de los litros perdidos. En lugares como Valparaíso, Zacatecas, o Tanquián, San Luis Potosí, ni siquiera hay un sistema de aguas que dé seguimiento. Esto hace imposible dimensionar el problema y diseñar soluciones efectivas.
Mientras tanto, los acuíferos que abastecen al Valle de México se agotan. Aunque parte del agua perdida en fugas se filtra a estos mantos, no es suficiente para compensar la sobreexplotación. Expertos advierten que, de no actuar, la crisis hídrica podría llevar a un colapso similar al “Día Cero” de Ciudad del Cabo, donde el agua simplemente dejó de salir de las llaves.
La población también tiene un rol en esta crisis. Fugas en los hogares, como una llave que gotea, pueden desperdiciar hasta 11 mil litros al año por casa. Sin embargo, la responsabilidad principal recae en los gobiernos, que no han invertido lo necesario en modernizar la red hidráulica ni en programas de mantenimiento continuo.
México enfrenta una carrera contra el tiempo. El agua se pierde a diario, y con ella, la esperanza de comunidades que luchan por acceder a un recurso que debería ser un derecho. La pregunta es si las autoridades actuarán antes de que sea demasiado tarde.

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