En Balancán, Tabasco, la indignación ha estallado tras un violento desalojo de estudiantes que protestaban en el Instituto Tecnológico de los Ríos. Hace días, el 7 de mayo, antimotines de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana de Tabasco, junto con la Guardia Nacional, disolvieron un plantón estudiantil con gas lacrimógeno y gas pimienta. Los jóvenes exigían desde hace 37 días la destitución del director del instituto, acusado de nepotismo, acoso sexual y abuso de poder.
La respuesta de las autoridades no solo dispersó a los manifestantes, sino que encendió una chispa de resistencia. Estudiantes, maestros y ciudadanos de Balancán han transformado su indignación en un movimiento colectivo. Miles han salido a las calles, marchando al ritmo del Himno Nacional, exigiendo no solo la salida del director, sino también la renuncia del gobernador Javier May y la alcaldesa del municipio.
El operativo, ordenado por el gobierno estatal, dejó un saldo de agresiones físicas contra los estudiantes. Mientras los jóvenes entonaban el himno, los antimotines avanzaron, retirando barricadas y replegando a los manifestantes con métodos que muchos han calificado de excesivos. Videos que circulan en redes sociales muestran el momento en que los gases cubrieron el lugar, generando caos y desesperación.
A pesar de la represión, los estudiantes no se rindieron. Horas después del desalojo, volvieron a tomar la entrada del municipio, ahora respaldados por un pueblo que se niega a permanecer en silencio. Las protestas han escalado, con amenazas de bloquear nuevamente accesos e incluso de incendiar la universidad y la presidencia municipal si no se atienden sus demandas.
El secretario de Gobierno de Tabasco, José Ramiro López Obrador, justificó la intervención policial argumentando que el bloqueo impedía el paso de personas enfermas que necesitaban atención médica. Sin embargo, esta explicación no ha calmado los ánimos. Por el contrario, ha avivado las críticas contra un gobierno que, según los manifestantes, prioriza el control sobre el diálogo.
López Obrador también acusó al sindicato de maestros de querer apoderarse del instituto, señalando que el líder sindical busca convertirse en rector. Para intentar apaciguar el conflicto, el gobierno anunció la designación de un director interino. Sin embargo, esta medida ha sido recibida con escepticismo por los estudiantes, quienes consideran que no resuelve el problema de fondo.
En Villahermosa, la capital del estado, estudiantes de otras instituciones se han sumado a la causa. Protestas frente a oficinas gubernamentales han exigido justicia para los agredidos en Balancán y castigo para los responsables de la represión. Los manifestantes han dejado claro que no descansarán hasta que sus voces sean escuchadas.
El conflicto en Balancán ha puesto en evidencia las tensiones entre un gobierno estatal que parece reacio a ceder y una ciudadanía que reclama transparencia y justicia. Lo que comenzó como una protesta estudiantil se ha convertido en un símbolo de resistencia, con un pueblo unido que exige un cambio real.
Este movimiento no solo cuestiona la gestión del Instituto Tecnológico, sino también el uso de la fuerza contra quienes alzan la voz. En un estado gobernado por Morena, las acusaciones de represión y falta de diálogo han generado un debate sobre el manejo de las protestas y la relación entre el gobierno y la sociedad.
Balancán está en el centro de la atención, y su lucha resuena más allá de Tabasco. La unión de estudiantes y ciudadanos demuestra que, ante la injusticia, la respuesta puede ser un grito colectivo que no se apaga fácilmente.

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Represión en Balancán: Estudiantes y ciudadanos se unen en un grito por justicia
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