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Aumentan los pinchazos en el transporte de CDMX: ahora llegan a universidades

En la Ciudad de México, la inseguridad en el transporte público ha alcanzado niveles alarmantes con un preocupante aumento de casos de pinchazos. Usuarios del Metro, Metrobús y hasta del Pumabús, el transporte interno de la UNAM, han denunciado ser víctimas de agresiones con agujas que provocan mareos, somnolencia y, en algunos casos, pérdida del conocimiento. Las autoridades parecen incapaces de frenar esta ola de violencia que ya suma más de 40 denuncias formales.
La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México reporta que, hasta el 2 de mayo, se han registrado 41 casos de pinchazos. De estos, 33 ocurrieron en el Metro, cuatro en el Metrobús, tres en la vía pública y uno en el Pumabús. Solo en 15 denuncias se ha confirmado una herida punzante, mientras que en cuatro casos se detectaron estupefacientes en las víctimas. Sin embargo, las autoridades no han identificado un patrón delictivo claro ni han revelado qué sustancias están involucradas.
El caso en el Pumabús, dentro de Ciudad Universitaria, ha encendido las alarmas entre la comunidad estudiantil. Una denuncia digital reveló que una persona sintió un pinchazo mientras viajaba en este transporte, para luego quedarse dormida en el Metro y despertar sin sus pertenencias. Este incidente evidencia que ni los espacios universitarios, considerados seguros, están exentos de esta problemática.
La Secretaría de Seguridad Ciudadana, encabezada por Pablo Vázquez, ha prometido reforzar la vigilancia con 5,800 elementos en el Metro y 200 policías adicionales, algunos encubiertos. Sin embargo, las medidas parecen insuficientes ante la frecuencia de los ataques. Usuarios reportan que los pinchazos ocurren en diversas líneas y estaciones, como Bellas Artes, Hidalgo y Pino Suárez, sin que se logre detener a los responsables de manera efectiva.
La jefa de Gobierno, Clara Brugada, ha anunciado un protocolo de atención inmediata que incluye pruebas toxicológicas para las víctimas. No obstante, los resultados son lentos y, en la mayoría de los casos, no se ha encontrado evidencia de sustancias. Esta falta de claridad alimenta la desconfianza de la ciudadanía, que exige respuestas concretas y acciones contundentes para garantizar su seguridad.
Organizaciones civiles y usuarios en redes sociales han advertido sobre un posible modus operandi delictivo. Algunos especulan que los pinchazos buscan sedar a las víctimas para robarles o cometer agresiones más graves. Aunque solo dos casos han sido ligados a robos, el miedo entre los capitalinos crece, especialmente entre mujeres, quienes son las principales afectadas, aunque también hay hombres víctimas.
Expertos en salud han alertado sobre los riesgos de estas agresiones. Las agujas podrían transmitir enfermedades como VIH o hepatitis si no son estériles. Además, sustancias como fentanilo o ketamina, usadas en algunos casos, representan un peligro para la salud. Las autoridades han minimizado estos riesgos, asegurando que no hay daños graves, pero la ciudadanía percibe una falta de compromiso para resolver el problema.
La alcaldía Cuauhtémoc ha atendido a seis mujeres en una sola semana, todas con síntomas de intoxicación tras ser pinchadas. Los protocolos de atención incluyen traslados a hospitales y exámenes toxicológicos, pero la respuesta sigue siendo reactiva. Mientras tanto, la Fiscalía ha detenido a tres personas, aunque solo una permanece en prisión preventiva, lo que refleja la dificultad para judicializar estos casos.
La situación ha generado críticas hacia el gobierno capitalino por su aparente incapacidad para contener esta crisis. Usuarios del transporte público y estudiantes exigen medidas más efectivas, como un aumento real en la seguridad y campañas de prevención. La promesa de triplicar las cámaras de vigilancia en el Metro suena lejana cuando los pinchazos continúan ocurriendo a diario.
Este escenario de inseguridad pone en evidencia los retos que enfrenta la Ciudad de México para proteger a sus habitantes. La expansión de los pinchazos a espacios como la UNAM demuestra que ningún lugar está a salvo. La ciudadanía espera soluciones urgentes para viajar sin temor en el transporte público.

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