La reciente imposición de aranceles del 25% por parte de Donald Trump a las importaciones de México y Canadá ha encendido las alarmas en la región. Anunciados como una medida para “proteger” la economía estadounidense, estos gravámenes entraron en vigor el 4 de marzo, afectando desde automóviles hasta productos agrícolas. La decisión, que también incluye un 10% adicional a bienes chinos, ha generado una tormenta comercial con repercusiones globales.
México, uno de los principales socios comerciales de Estados Unidos, no se ha quedado de brazos cruzados. La presidenta Claudia Sheinbaum anunció un “Plan B” para contrarrestar los efectos de esta política, aunque los detalles han sido escasos. En un mensaje en redes sociales, la mandataria aseguró que México no busca la confrontación, pero defenderá sus intereses con firmeza. Sin embargo, la falta de claridad sobre las medidas concretas ha generado incertidumbre entre empresarios y ciudadanos.
Los aranceles han golpeado directamente al peso mexicano, que se depreció un 2.2% tras el anuncio, superando la barrera de los 21 pesos por dólar. Este deslizamiento, el primero de esta magnitud desde julio de 2022, refleja la fragilidad del mercado ante las decisiones de Trump. Industrias clave como la automotriz y la agrícola, que dependen de las exportaciones a Estados Unidos, enfrentan ahora un panorama sombrío.
Canadá y China, también afectados por las medidas, han respondido con aranceles propios, lo que escaló el conflicto a una guerra comercial en toda regla. En el caso de México, expertos advierten que una respuesta similar podría ser contraproducente. Organismos como el Colegio de Contadores Públicos han recomendado priorizar la defensa del T-MEC, el tratado comercial que une a los tres países de Norteamérica, antes de tomar medidas drásticas.
El impacto económico no se ha hecho esperar. Según Grupo Financiero Base, los estados fronterizos de México, como Chihuahua y Tamaulipas, serán los más afectados debido a su alta dependencia de las exportaciones. La Coparmex, por su parte, ha alertado sobre una posible desaceleración económica si no se implementa una estrategia integral para fortalecer el mercado interno. Las proyecciones no son alentadoras: menor dinamismo comercial y un crecimiento económico en riesgo.
A pesar de la tensión, Trump ha abierto la puerta a negociaciones. El expresidente estadounidense aseguró que conversará con autoridades mexicanas y canadienses, aunque no espera “nada espectacular”. Esta postura ambigua ha generado escepticismo, especialmente tras su declaración de que los aranceles podrían causar “dolor” en la economía de su propio país, pero que el precio “valdrá la pena” para proteger los intereses estadounidenses.
En México, la presión recae sobre el gobierno de Sheinbaum. La mandataria ha insistido en que “la soberanía no se negocia”, pero las críticas no se han hecho esperar. Algunos sectores consideran que la respuesta oficial ha sido tibia y que se requiere una estrategia más agresiva para proteger la economía nacional. Otros, en cambio, abogan por la prudencia para evitar una escalada que perjudique aún más a los consumidores mexicanos.
La guerra comercial desatada por Trump ha trastocado las dinámicas del comercio global. Con México, Canadá y China respondiendo a las medidas estadounidenses, el panorama es incierto. Por ahora, los aranceles son una realidad que pone a prueba la capacidad de México para navegar en un entorno económico hostil, mientras el gobierno busca un equilibrio entre la defensa de sus intereses y la estabilidad interna.

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Los aranceles de Trump: un golpe al comercio que México no se quedará callado
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