En Roma, los 133 cardenales electores ya están reunidos para el cónclave que comenzará el 7 de mayo en la Capilla Sixtina, con el objetivo de elegir al nuevo Papa tras la muerte de Francisco. Las tensiones entre facciones progresistas y conservadoras marcan el ambiente, mientras los purpurados buscan definir el futuro de la Iglesia Católica.
Las cenas privadas y reuniones informales se han convertido en el escenario donde los cardenales cabildean para promover a sus candidatos. Estas conversaciones, aunque discretas, son clave para formar alianzas y consolidar votos antes de que las puertas de la Capilla Sixtina se cierren al público.
Entre los nombres que suenan con fuerza está el italiano Pietro Parolin, actual secretario de Estado del Vaticano, conocido por su habilidad diplomática y su papel en acuerdos internacionales. Su perfil moderado lo posiciona como un candidato que podría unir a las facciones divididas.
Otro contendiente destacado es Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia, considerado un progresista que continuaría el legado de Francisco. Su compromiso con causas sociales y su cercanía a comunidades marginadas lo hacen atractivo para quienes buscan una Iglesia más abierta.
Desde Asia, el filipino Luis Antonio Tagle emerges como una figura carismática y progresista. Su estilo pastoral y su defensa de la justicia social lo convierten en un posible puente entre el Vaticano y las iglesias del sur global, aunque enfrenta resistencias de los sectores conservadores.
Por el lado conservador, el guineano Robert Sarah representa una visión tradicionalista. Crítico de las reformas de Francisco, como la apertura a personas divorciadas o de la comunidad LGTBI, Sarah cuenta con el respaldo de quienes desean un retorno a las posturas doctrinales más estrictas.
Latinoamérica también tiene presencia con 23 cardenales electores, entre ellos el mexicano Carlos Aguiar Retes, arzobispo de México, y el chileno Fernando Chomali, visto como un posible candidato sorpresa. Su influencia podría ser decisiva en un cónclave sin claros favoritos.
El proceso, envuelto en secretismo, culminará cuando un candidato obtenga dos tercios de los votos. Hasta entonces, las negociaciones y estrategias continuarán definiendo quién liderará a los más de 1,400 millones de católicos en el mundo.
La elección no solo determinará el rumbo espiritual de la Iglesia, sino que también reflejará el equilibrio de poder entre las corrientes que buscan moldear su futuro en un contexto global cada vez más complejo.

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Cardenales en Roma maniobran en cenas secretas para elegir al sucesor del Papa Francisco
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