El informe anual de Reporteros Sin Fronteras, publicado en el Día Mundial de la Libertad de Prensa, evalúa las condiciones del periodismo en 180 países. Por primera vez, la situación global se clasifica como “difícil”, un punto crítico que no se había alcanzado en los 23 años de historia del índice. La precariedad financiera de los medios, combinada con presiones políticas y tecnológicas, está asfixiando la capacidad de los periodistas para informar con libertad.
La economía de los medios es el eje central del problema. Los recortes presupuestarios, la caída de ingresos publicitarios y la dependencia de plataformas digitales han debilitado a las redacciones. Muchos medios, especialmente los independientes, luchan por mantenerse a flote, lo que los hace vulnerables a influencias externas. Esta fragilidad económica amenaza la calidad y la pluralidad de la información que llega al público.
Las presiones políticas también juegan un papel clave. En numerosos países, los gobiernos ejercen control sobre los medios a través de regulaciones, censura o represalias directas contra periodistas. Reporteros Sin Fronteras destaca que los actores políticos, lejos de proteger la libertad de prensa, a menudo la socavan. Esta tendencia se observa tanto en democracias como en regímenes autoritarios, creando un entorno hostil para el periodismo.
La hegemonía de las grandes plataformas digitales agrava la crisis. Estas empresas, que dominan la distribución de noticias, priorizan contenidos sensacionalistas o polarizados, dejando en desventaja a los medios tradicionales. Además, los algoritmos de estas plataformas reducen la visibilidad de información verificada, lo que fomenta la desinformación y debilita la confianza en el periodismo profesional.
A nivel regional, América Latina enfrenta desafíos significativos. México, por ejemplo, sigue siendo uno de los países más peligrosos para los periodistas, con altos índices de violencia y desapariciones. El informe señala que la impunidad en estos casos, junto con la estigmatización de la prensa por parte de autoridades, agrava la situación. Otros países de la región, como Brasil y El Salvador, también muestran retrocesos en sus indicadores de libertad de prensa.
En Europa, las presiones políticas están erosionando la independencia de los medios, incluso en países con democracias consolidadas. España, aunque subió al puesto 30 en el ranking, enfrenta preocupaciones por la polarización mediática y las tensiones entre el gobierno y la prensa. A nivel global, solo uno de cada cuatro países ofrece condiciones “buenas” para el periodismo, mientras que la mitad enfrenta entornos “difíciles” o “muy graves”.
El informe también destaca el impacto de la desinformación, impulsada por actores políticos y redes sociales. La proliferación de noticias falsas, combinada con la pérdida de confianza en los medios, pone en jaque el derecho a la información. Reporteros Sin Fronteras subraya que esta “industria del engaño” no solo distorsiona la realidad, sino que alimenta conflictos y polarización en todo el mundo.
A pesar de los retrocesos, hay ejemplos de resistencia. Países como Noruega, Dinamarca y Suecia lideran el ranking gracias a sus sólidas políticas de protección a la prensa. Sin embargo, en el otro extremo, naciones como Corea del Norte, China y Vietnam ocupan los últimos lugares, con sistemas que reprimen sistemáticamente cualquier forma de periodismo independiente.
Reporteros Sin Fronteras concluye que la libertad de prensa es un pilar esencial para la democracia y el acceso a la información. La crisis actual, marcada por desafíos económicos, políticos y tecnológicos, exige una respuesta global para proteger a los periodistas y garantizar que el periodismo pueda cumplir su rol sin restricciones.

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La libertad de prensa en el mundo atraviesa su peor crisis en décadas, según el último informe de Reporteros Sin Fronteras. La organización, con sede en París, advierte que la situación económica de los medios de comunicación es la principal amenaza, poniendo en riesgo su independencia y supervivencia. Este panorama, descrito como “difícil” por primera vez desde 2002, refleja un deterioro global que afecta a periodistas y audiencias por igual.
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