El Instituto Nacional de Migración (INM) enfrenta una nueva etapa bajo el mando de Sergio Salomón Céspedes, quien asumió el cargo de comisionado apenas 15 días atrás. Su llegada se da en medio de un panorama turbulento, con el organismo sumido en críticas por su manejo de la política migratoria y señalamientos de ineficiencia. La tarea que tiene por delante no es menor: devolverle al INM el prestigio que, según muchos, se ha desvanecido en los últimos años.
Salomón, designado por la presidenta Claudia Sheinbaum, tiene el desafío de implementar una política migratoria con un supuesto enfoque humanista. Sin embargo, las expectativas son altas y las promesas del gobierno de Morena no convencen a todos. La Secretaría de Gobernación, encabezada por Rosa Icela Rodríguez, será la encargada de supervisar este proceso, pero los antecedentes del INM generan escepticismo en la opinión pública.
El pasado reciente del INM está marcado por tragedias y escándalos. Uno de los episodios más oscuros ocurrió en Ciudad Juárez, Chihuahua, donde 40 migrantes perdieron la vida en un incendio en un albergue provisional. Este suceso desató una ola de críticas contra el entonces comisionado Francisco Garduño, quien fue acusado de negligencia y falta de responsabilidad. A pesar de las denuncias penales en su contra, Garduño salió del cargo sin rendir cuentas claras.
La llegada de Salomón al INM también ha levantado sospechas. Su designación, que algunos califican como un movimiento político más que técnico, genera dudas sobre su capacidad para liderar una transformación real. Antes de este puesto, Salomón no tenía experiencia destacada en temas migratorios, lo que alimenta las críticas sobre el criterio de Morena para ocupar cargos clave.
El nuevo comisionado enfrenta un contexto complicado. La migración en México no solo es un tema de seguridad nacional, sino también de derechos humanos. Los albergues del INM han sido señalados por condiciones inhumanas, hacinamiento y violaciones a los derechos de los migrantes. Organizaciones civiles y organismos internacionales han exigido cambios profundos, pero las soluciones no llegan.
Otro obstáculo para Salomón será lidiar con la burocracia y los intereses políticos que rodean al INM. La institución ha sido criticada por ser un espacio donde predominan los favores políticos sobre la eficiencia. La promesa de un enfoque humanista suena bien, pero sin un plan claro y recursos suficientes, podría quedarse en simples palabras.
El gobierno de Sheinbaum ha insistido en que la transformación del INM es una prioridad. Sin embargo, los recortes presupuestales aprobados por la mayoría de Morena en el Congreso han generado preocupación. Con menos recursos, la capacidad del INM para atender la crisis migratoria se ve comprometida, lo que pone en duda las intenciones reales del gobierno.
La presión sobre Salomón no solo viene de dentro, sino también del exterior. Estados Unidos y países de Centroamérica observan de cerca las políticas migratorias de México. Cualquier error podría tensar las relaciones diplomáticas, especialmente en un momento en que la migración es un tema candente a nivel global.
Mientras tanto, la sociedad mexicana espera resultados concretos. Los migrantes, que arriesgan todo en busca de una vida mejor, merecen un trato digno y políticas que respeten sus derechos. El INM, bajo el liderazgo de Salomón, tiene la oportunidad de cambiar su rumbo, pero el camino está lleno de obstáculos.
El futuro del INM está en juego. Si Salomón no logra cumplir con las expectativas, el organismo podría hundirse aún más en el descrédito. Por ahora, las miradas están puestas en él, y el tiempo para demostrar que puede rescatar el prestigio perdido es limitado.

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¡El INM en crisis! Sergio Salomón toma las riendas para rescatar su prestigio perdido
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