En el corazón de Honduras, la ciudad colonial de Comayagua guarda un secreto que ha fascinado a locales y turistas por siglos. En lo alto de la Catedral de la Inmaculada Concepción, un reloj con manecillas verdes y números romanos únicos se alza como un ícono de la ciudad. Muchos aseguran que este es el reloj más antiguo de América, e incluso del mundo, funcionando sin pausa desde hace más de 900 años. Sin embargo, no todos están convencidos de esta historia.
El reloj, ubicado en la torre del campanario, es una joya mecánica que opera sin electricidad, movido únicamente por la fuerza de la gravedad. Su mecanismo, compuesto por engranajes, cuerdas, pesas y un péndulo, sigue marcando el tiempo con precisión. Una curiosidad que llama la atención es su número romano cuatro, representado como “IIII” en lugar del tradicional “IV”, un detalle que refleja la nomenclatura de la época en que fue creado.
Según la tradición local, este reloj fue fabricado por artesanos árabes alrededor del año 1100, durante la ocupación de Al-Ándalus en España. Se dice que originalmente adornaba el Palacio de la Alhambra en Granada, antes de ser traído a Honduras en 1636. Inicialmente instalado en la Iglesia de la Merced, el reloj fue trasladado a la catedral en 1715, donde permanece hasta hoy como un símbolo de la ciudad.
Ever Villanueva, guía turístico de Comayagua, cuenta con orgullo esta historia a los visitantes. Para él, el reloj no solo es el más antiguo de América, sino que incluso podría ser el más viejo del mundo aún en funcionamiento. En 2012, una investigación habría confirmado su antigüedad, colocándolo por encima de otros relojes históricos, como el de la Catedral de Salisbury en Inglaterra, que data de 1386.
Sin embargo, no todos comparten este entusiasmo. Historiadores como Rubén Darío Paz, de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, cuestionan la falta de documentos que respalden estas afirmaciones. Según Paz, no existe evidencia oficial que confirme que el reloj fue una donación de la Corona española o que realmente proviene de la Alhambra. Para él, la historia podría ser más una leyenda urbana que un hecho comprobado.
A pesar de las dudas, el reloj sigue siendo un imán para los turistas. Su maquinaria, protegida por una vitrina de madera y cristal, es accesible a través de una estrecha escalera de piedra en el campanario. Los visitantes deben agacharse para llegar hasta él, pero la experiencia de ver este mecanismo centenario en acción vale la pena. Cada cuarto de hora, sus campanas resuenan, recordando su presencia en la ciudad.
El reloj también tiene un papel especial en la vida de Comayagua. Cada 31 de diciembre, cientos de personas se reúnen en la plaza central para recibir el Año Nuevo al son de sus campanadas. Este evento, lleno de música, luces y fuegos artificiales, ha convertido al reloj en un símbolo de unión y celebración para los hondureños.
Más allá de las disputas históricas, el reloj de Comayagua es un testimonio de la ingeniosidad humana. Su diseño, basado en técnicas antiguas como el hierro forjado, desafía las ideas modernas sobre la tecnología de la época. Incluso si su origen sigue envuelto en misterio, su capacidad para seguir marcando el tiempo es innegable.
Para los habitantes de Comayagua, este reloj es mucho más que un objeto. Es un recordatorio de su rica historia colonial y un orgullo nacional. La ciudad, fundada por los españoles en 1537, conserva numerosos monumentos que atraen a quienes buscan conocer el pasado de Honduras. El reloj, sin duda, es la estrella de este legado.
Mientras el debate sobre su antigüedad continúa, el reloj de Comayagua sigue siendo una maravilla que invita a la reflexión. Es un puente entre el pasado y el presente, un recordatorio de que, a veces, las historias más fascinantes son aquellas que combinan hechos, mitos y un toque de magia.

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Un tesoro histórico en Honduras: ¿Es el reloj de Comayagua el más antiguo de América?
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