Un bosque de pinos en Israel está siendo consumido por incendios forestales que han desatado una crisis sin precedentes. Las llamas, avivadas por fuertes vientos y un clima extremadamente seco, han arrasado miles de hectáreas, obligando a evacuar a miles de personas en más de diez localidades cercanas a Jerusalén.
El fuego, que comenzó el martes, ha dejado un saldo provisional de 36 heridos, incluyendo 17 bomberos y 19 civiles afectados principalmente por inhalación de humo. Dos bomberos han sido hospitalizados debido a la gravedad de sus lesiones, según reportes del Servicio de Bomberos de Israel.
La magnitud del desastre ha llevado a Israel a solicitar ayuda internacional. Al menos ocho países han respondido al llamado, enviando aviones cisterna para apoyar las labores de extinción. España, Francia, Italia, Croacia, Rumanía, Ucrania, Chipre y Azerbaiyán han desplegado aeronaves para combatir el fuego desde el aire.
En el terreno, más de 150 equipos de bomberos, soldados del ejército y servicios de emergencia trabajan sin descanso. Las llamas han interrumpido el tránsito en carreteras clave, incluyendo la autopista que conecta Jerusalén con Tel Aviv, complicando las labores de evacuación y rescate.
Las condiciones climáticas adversas, con vientos intensos y baja humedad, han dificultado las operaciones. Los incendios han generado densas columnas de humo que limitan la visibilidad, afectando incluso el uso de aviones hidrantes en algunas zonas.
Las autoridades israelíes han declarado una emergencia nacional, mientras los equipos de rescate luchan por contener el avance del fuego. Las evacuaciones continúan en las zonas más afectadas, donde los residentes han tenido que abandonar sus hogares ante el peligro inminente.
La solidaridad internacional ha sido clave en esta crisis. Además de los aviones ya desplegados, se espera la llegada de más aeronaves desde Italia y Chipre para reforzar los esfuerzos de contención en las próximas horas.
A pesar de los avances, los incendios siguen fuera de control en varias áreas. Los expertos advierten que las condiciones climáticas podrían prolongar la emergencia, poniendo en riesgo más comunidades y ecosistemas en la región.