La muerte del papa Francisco ha conmocionado al mundo y ha puesto en marcha uno de los rituales más antiguos y solemnes de la Iglesia Católica: el cónclave. En los próximos días, 135 cardenales de 71 países se reunirán en la Capilla Sixtina para elegir al nuevo líder de los 1,300 millones de católicos. Este proceso, cargado de historia y simbolismo, definirá el rumbo de la Iglesia en un momento de profundas transformaciones globales.
El cónclave comenzará entre el 5 y el 10 de mayo, tras nueve días de exequias por Francisco. Los cardenales, todos menores de 80 años, llegarán a Roma para un evento que combina espiritualidad, política y estrategia. La Capilla Sixtina, cerrada al público durante estos días, será el escenario donde==-omnes, clausi cum clave (bajo llave), como dicta la tradición desde 1274.
El proceso es riguroso y secreto. Los cardenales prestan un juramento de confidencialidad y quedan aislados del mundo exterior. No pueden comunicarse con nadie fuera del cónclave, y cualquier intento de influencia externa está penado con excomunión. Este aislamiento busca garantizar que la elección sea guiada por la reflexión y la oración, lejos de presiones políticas.
La votación se realiza dos veces por la mañana y dos por la tarde, con un máximo de cuatro rondas diarias. Cada cardenal escribe en una papeleta el nombre de su candidato, y se necesitan al menos dos tercios de los votos (89 de 133) para elegir al nuevo papa. Si no hay acuerdo tras 33 o 34 votaciones, se procede a una ronda final entre los dos candidatos con más votos.
El mundo sabrá del resultado por la famosa fumata. Si el humo que sale de la chimenea de la Capilla Sixtina es negro, no hay papa. Si es blanco, la elección ha concluido. En 2013, el cónclave que eligió a Francisco duró poco más de 24 horas y requirió cinco votaciones, pero la duración puede variar desde días hasta semanas.
Francisco dejó una huella imborrable en el Colegio Cardenalicio, nombrando al 80% de los cardenales electores. Esto ha hecho del cónclave actual el más internacional de la historia, con una fuerte presencia de Asia, África y América Latina. Países como Mongolia, Irán y Argelia tendrán cardenales electores por primera vez, reflejando la visión global del pontífice argentino.
Entre los posibles candidatos destacan figuras como el filipino Luis Antonio Tagle, del ala progresista, y el húngaro Péter Erdő, de corte conservador. También suenan nombres como el italiano Matteo Zuppi y el congoleño Fridolin Ambongo. Sin embargo, un dicho vaticano reza: “Quien entra al cónclave como papa, sale como cardenal”, lo que refleja la imprevisibilidad del proceso.
Latinoamérica estará bien representada, con 24 cardenales electores, incluidos los mexicanos Carlos Aguiar Retes y Francisco Robles Ortega. Aunque México, con su gran población católica, tiene peso, los analistas sugieren que los cardenales mexicanos necesitarían más alianzas para ser considerados favoritos.
Cuando se elija al nuevo papa, el cardenal decano preguntará: “¿Aceptas tu elección canónica como Sumo Pontífice?” y, si la respuesta es sí, “¿Cómo quieres ser llamado?”. El elegido se retirará a la Sala de las Lágrimas para vestir la sotana blanca y aparecerá en el balcón de San Pedro con el anuncio: “Habemus papam”.
Este cónclave no solo elegirá al 267º sucesor de San Pedro, sino que también marcará el futuro de una Iglesia que enfrenta retos como la secularización, la crisis de fe y la necesidad de diálogo interreligioso. El mundo espera con atención el humo blanco que anunciará una nueva era para el catolicismo.

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El cónclave que decidirá el futuro de la Iglesia: así elegirán al nuevo papa
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