En una emotiva ceremonia en la Plaza de San Pedro, el cardenal Pietro Parolin, secretario de Estado del Vaticano, presidió la segunda misa de luto por el papa Francisco, fallecido el pasado 21 de abril. Ante más de 200 mil fieles, Parolin llamó a honrar al pontífice no solo con tristeza, sino haciendo suyo su mensaje de misericordia y amor.
El cardenal destacó que el afecto por Francisco, evidente en las multitudes que llenaron Roma, no debe ser pasajero. Su legado, dijo, invita a abrirse a la misericordia de Dios y a practicarla con los demás. La misa, parte de los nueve días de luto conocidos como novendiales, fue dedicada a los trabajadores y fieles del Vaticano.
La Plaza de San Pedro, abarrotada de jóvenes llegados para el Jubileo de los Adolescentes, reflejó la conexión especial de Francisco con las nuevas generaciones. Parolin se dirigió a ellos, instándolos a alimentar su vida con la esperanza de Jesús frente a desafíos como la tecnología y la inteligencia artificial.
Francisco, recordó Parolin, puso la alegría del Evangelio en el centro de su pontificado. En momentos de dolor por su partida, el cardenal subrayó que la luz de la resurrección ilumina a quienes lo recuerdan, evocando las palabras del papa sobre la fe como guía en la oscuridad.
El mensaje de Francisco sobre la paz resonó con fuerza. Parolin citó su enseñanza: no hay paz sin reconocer el valor del otro, cuidar a los más débiles y aprender a perdonar. Estas palabras, pronunciadas a lo largo de su papado, siguen siendo un faro para la Iglesia y el mundo.
La misa también sirvió como un abrazo simbólico de la Iglesia a los fieles. Parolin expresó que Francisco habría querido estar entre la multitud, saludando y mirando a los ojos a cada persona, como lo hizo tantas veces en vida.
El Vaticano, en plena transición tras la muerte del pontífice, continúa con las reuniones preparatorias para el cónclave que elegirá a su sucesor. Mientras tanto, las misas de los novendiales seguirán hasta el 4 de mayo, honrando la memoria de un papa que marcó una era.
La basílica de Santa María la Mayor, donde Francisco fue sepultado, abrió sus puertas para que los fieles visiten su tumba. La lápida, sencilla y con la inscripción “Franciscus”, refleja la humildad que definió su vida y ministerio.
El legado de Francisco, insistió Parolin, no es solo un recuerdo. Es una invitación a vivir con compasión, a tender puentes y a trabajar por un mundo más justo, como él lo hizo incansablemente hasta sus últimos días.

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Cardenal Parolin honra a Francisco: su legado debe vivir en nosotros
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