Donald Trump ha marcado sus primeros 100 días en el poder con una avalancha de órdenes ejecutivas, superando récords históricos y generando preocupación entre expertos que ven un giro hacia un gobierno más autoritario. En solo tres meses, el presidente de Estados Unidos ha firmado más de 130 decretos, un número que eclipsa los 99 firmados por Franklin Delano Roosevelt en 1933, hasta ahora el récord en un inicio de mandato.
El enfoque de Trump ha sido claro: gobernar sin depender del Congreso. Sus órdenes ejecutivas han tocado temas clave como la imposición de aranceles, la lucha contra la migración irregular y el desmantelamiento de estructuras del gobierno federal. Esta estrategia, según analistas, busca consolidar el poder en la Casa Blanca, evitando los contrapesos legislativos que suelen equilibrar la democracia estadounidense.
Uno de los movimientos más controvertidos fue la invocación de la Ley de Enemigos Extranjeros de 1798, una norma usada por última vez en la Segunda Guerra Mundial. Trump la empleó para justificar deportaciones masivas de venezolanos, acusados sin pruebas claras de pertenecer a la banda criminal Tren de Aragua. Muchos de estos migrantes han terminado en prisiones de máxima seguridad en El Salvador, desatando críticas por violaciones a los derechos humanos.
Los tribunales han sido un freno parcial a las ambiciones de Trump. Jueces federales han bloqueado órdenes ejecutivas que buscaban eliminar el derecho de suelo, prohibir a personas trans en el ejército o suspender la ayuda exterior. Sin embargo, otras medidas, como la suspensión del derecho de asilo o la creación del Departamento de Optimización Gubernamental (DOGE), siguen en disputa legal, manteniendo en vilo a millones de personas.
El Congreso, dominado por mayorías republicanas, no ha mostrado resistencia significativa. Expertos como John Carey, profesor de Dartmouth, señalan que los legisladores republicanos han priorizado la lealtad a Trump por encima de sus electores o la Constitución. Esta falta de oposición fortalece la capacidad del presidente para avanzar en su agenda sin obstáculos.
Otro punto álgido ha sido el perdón otorgado a los involucrados en el asalto al Capitolio del 6 de enero de 2021. Esta decisión ha sido vista como un peligroso precedente que podría legitimar la violencia política si beneficia a quienes están en el poder. Para muchos, es una señal de que Trump está dispuesto a redefinir las normas democráticas.
Académicos como Greene, citado en reportes, advierten que Estados Unidos podría estar encaminándose hacia un “autoritarismo competitivo”, un sistema donde las elecciones existen, pero las instituciones democráticas son manipuladas para favorecer al gobernante. Comparan esta situación con regímenes en países como Rusia, Turquía o Venezuela.
A pesar de los bloqueos judiciales, Trump sigue adelante con su agenda. Sus órdenes ejecutivas han generado un impacto inmediato en la economía, la migración y la política exterior, aunque también han polarizado aún más a la sociedad estadounidense. Los próximos meses serán cruciales para determinar si los frenos institucionales podrán contener este impulso autoritario.
Mientras tanto, la comunidad internacional observa con cautela. Las decisiones de Trump no solo afectan a Estados Unidos, sino que tienen repercusiones globales, desde el comercio hasta los derechos humanos. Sus 100 días han sido un torbellino de cambios que, para bien o para mal, han transformado el panorama político.
El futuro de esta presidencia sigue siendo incierto, pero una cosa es clara: Trump ha dejado claro que gobernará a su manera, con o sin el respaldo de las instituciones tradicionales. Los siguientes pasos de su administración serán clave para entender hacia dónde se dirige la democracia más influyente del mundo.

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Trump: 100 días de órdenes ejecutivas y un rumbo autoritario que sacude a Estados Unidos
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