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La guerra comercial entre Estados Unidos y China desata temores globales y golpea la popularidad de Trump

La escalada en la guerra comercial entre Estados Unidos y China mantiene en vilo a los mercados mundiales. El gobierno de Donald Trump ha intensificado su ofensiva con aranceles del 145 por ciento a las importaciones chinas, una medida que busca presionar a Pekín para lograr acuerdos comerciales más favorables. Sin embargo, esta estrategia está generando incertidumbre entre las empresas y afectando la economía global.
China, por su parte, no se ha quedado atrás. El presidente Xi Jinping respondió con aranceles del 125 por ciento a productos estadounidenses y medidas como la prohibición de entregas de aviones Boeing. Además, Pekín ha vetado a buques chinos en puertos estadounidenses, elevando la tensión en este enfrentamiento económico que parece no tener fin.
Las empresas, tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo, están preocupadas por las consecuencias de esta batalla arancelaria. Los costos de producción y los precios al consumidor han comenzado a subir, lo que afecta las cadenas de suministro globales. Sectores como la tecnología, la agricultura y la industria automotriz están entre los más golpeados.
Mientras Trump asegura que está negociando con representantes chinos para alcanzar un acuerdo en las próximas semanas, las señales desde Pekín son menos optimistas. Xi Jinping ha aprovechado este pulso para fortalecer la imagen de China como defensor del libre comercio, firmando acuerdos con países del Sudeste Asiático como Vietnam, Malasia y Camboya.
La estrategia de Trump también está teniendo un costo político interno. Una reciente encuesta de CNBC revela que el 55 por ciento de los estadounidenses desaprueba su gestión económica, mientras que el 60 por ciento critica su manejo de la inflación. Estos son los peores números de aprobación en materia económica de toda su carrera presidencial.
En el tablero comercial, Washington ha dado pasos adicionales para presionar a China. La semana pasada, Estados Unidos impuso aranceles a los buques construidos y operados por China que lleguen a sus puertos. Esta medida busca limitar la influencia china en el comercio marítimo, pero también ha generado críticas por sus posibles efectos en los precios de bienes importados.
Por otro lado, el secretario de Comercio de Estados Unidos, Howard Lutnick, ha defendido una pausa en los aranceles más altos, logrando convencer a Trump de una tregua temporal. Sin embargo, la influencia de asesores de línea dura como Peter Navarro parece mantener al presidente inclinado hacia una postura más agresiva.
Mientras tanto, China está ganando terreno en la diplomacia comercial. La gira de Xi Jinping por el Sudeste Asiático no solo fortaleció lazos con la región, sino que también envió un mensaje claro: Pekín está dispuesto a llenar el vacío que deja la imprevisibilidad de las políticas estadounidenses.
La guerra comercial también está afectando a los ciudadanos. En China, han surgido llamados a boicotear productos estadounidenses, mientras que en Estados Unidos los consumidores enfrentan precios más altos. Este tira y afloja no solo sacude los mercados, sino que también está reconfigurando las relaciones económicas globales.
A medida que ambos gigantes económicos continúan su pulso, el mundo observa con preocupación. La posibilidad de un acuerdo sigue siendo incierta, y las consecuencias de esta guerra comercial podrían sentirse durante años, tanto en las economías nacionales como en los bolsillos de los consumidores.

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